Por: Jonathan Edwards
Este artículo forma parte de la serie: «365 días con Jonathan Edwards«
<<Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve» (1 Corintios 13:3).
Todo lo que una persona pueda hacer, todo lo que pueda sufrir, jamás compensará la ausencia de un amor cristiano sincero en su alma. Puede haber grandes obras, y también grandes sufrimientos, sin un amor cristiano sincero en el corazón.
En el tercer capítulo de su Epístola a los Filipenses, el apóstol Pablo nos refiere las cosas que hacía antes de su conversión, mientras era un fariseo. Nos dice en el versículo 4: «Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más». Muchos de los fariseos hacían grandes cosas y cumplían numerosos deberes religiosos. El fariseo mencionado en Lucas 18:11-12 se jactaba de las grandes cosas que había hecho, tanto hacia Dios como hacia los hombres, y daba gracias a Dios por estar por encima de los demás en sus obras. Y muchos de los paganos han destacado por sus grandes obras: algunos por su integridad o por su justicia, y otros por sus grandes actos para el bien común.
Muchas personas, sin un amor sincero en sus corazones, han rayado a gran altura en sus ofrendas para fines piadosos y caritativos, y así han alcanzado una gran fama, y han logra- do que sus nombres pasen a la posteridad de manera gloriosa. Muchos han hecho grandes cosas por temor al infierno, con la esperanza de apaciguar a la Divinidad y expiar sus pecados, y muchos han hecho grandes cosas por orgullo y motivados por el deseo de gozar de honor y reputación entre los hombres. Y, si bien estas motivaciones no influyen necesariamente en una observancia constante y universal de los mandatos de Dios por parte de los hombres, y a proseguir en las obras cristianas y con la práctica de cumplir todos los deberes hacia Dios y el hombre en esta vida, es difícil saber hasta qué punto los principios naturales pueden impulsar a las personas en la realización de obras y el cumplimiento de deberes concretos.
(De Las mayores realizaciones o Sufrimientos en vano sin caridad», pp. 53-54). Citado en «365 días con Jonathan Edwards«, lecturas seleccionadas y editadas por Dustin W. Benge, puedes adquirirlo en este enlace.
*Jonathan Edwards (1703 – 1758). Predicador norteamericano congregacionalista, usado por el Señor en el Gran Despertar ; nacido en East Windsor, Condado de Connecticut, puedes leer más de su biografía en este enlace.