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Por: John Piper

Este artículo forma parte de la serie: Dios es soberano

El plan eterno de Dios lo incluye todo —desde la más insignificante caída de un pájaro (Mt 10:29), hasta el movimiento de las estrellas (Is 40:26), pasando por el asesinato de Su Hijo (Hch 4:27-28)—. Incluye los actos morales de cada alma, sus preferencias, decisiones y acciones. Ni Satanás, en su peor momento infernal, ni los seres humanos, en su mejor momento de redención, actúan nunca de forma que provoquen una revisión del plan omnisciente de Dios. Ya sea que Dios haya planeado permitir algo o haya planeado involucrarse más directamente, nada llega a suceder sino lo que Dios planeó como parte del proceso de alcanzar Su objetivo supremo. Por tanto, el alcance de Su providencia es total. Nada es independiente de ella. Nada ocurre sino por el “consejo de Su voluntad” —la sabiduría infinita de Su plan—.

La naturaleza de la providencia

La naturaleza de esta providencia es tal, que las preferencias y decisiones de Satanás y del hombre son realmente sus propias preferencias y sus propias decisiones. Son censurables o loables por la forma en que se relacionan con Dios en fe y con el hombre en justicia y amor. La providencia de Dios es definitiva en lo que Satanás y el hombre deciden y hacen. Pero no es coercitiva. Es decir, su forma habitual de actuar es procurar que Satanás y el hombre decidan y actúen de la forma que prefieran, cumpliendo en todo momento el plan de Dios. El modo en que Dios hace esto puede seguir siendo un misterio mientras nosotros “vemos por un espejo, veladamente” (1Co 13:12), pero la Biblia enseña que así es. “Es gloria de Dios encubrir una cosa” (Pro 25:2). “Las cosas secretas pertenecen al SEÑOR nuestro Dios, pero las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros” (Dt 29:29).


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