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Por: R. C. Sproul.
Este artículo forma parte de la serie «Qué buena pregunta«
¿Hay categorías en el cielo, de acuerdo a las cuales un cristiano, como resultado de una vida de buenas obras, tendría un rango más alto o una mejor calidad de vida en el cielo que alguien que tan sólo llega dificultosamente con su último aliento?
Esto puede sorprender a mucha gente, pero yo respondería a esa pregunta con un rotundo sí. En el cielo hay grados de recompensa. Me asombra que esta respuesta sorprenda a tanta gente. Creo que hay una razón por la cual los cristianos se escandalizan cuando digo que hay varios niveles de cielo y asimismo grados de severidad en los castigos del infierno.
Debemos gran parte de esta confusión al énfasis protestante en la doctrina de la justificación sólo por fe. Insistimos en esa doctrina, enseñando enfáticamente que una persona no llega al cielo a través de sus buenas obras. Nuestras buenas obras no nos reportan ningún mérito, y la única forma que tenemos de llegar al cielo es mediante la fe en Cristo, cuyos méritos se nos atribuyen. Enfatizamos esta
doctrina al punto de que la gente concluye que las buenas obras son insignificantes y no guardan relación alguna con la vida futura del cristiano.
La forma en que el protestantismo histórico ha explicado esto es que la única manera de llegar al cielo es a través de la obra de Cristo, pero se nos prometen recompensas en el cielo de acuerdo a nuestras obras. San Agustín dijo que sólo por la gracia de Dios logramos hacer algo que se aproxime siquiera a una buena obra, y ninguna de nuestras obras son lo suficientemente buenas como para esperar que Dios las recompense. El hecho de que Dios haya decidido conceder recompensas sobre la base de la obediencia o la desobediencia es lo que Agustín describió como la coronación que Dios hace de sus propias obras en nosotros. Si una persona ha sido fiel en muchas cosas a través de muchos años, entonces será recompensada por su Maestro, quien le dirá: “Bien hecho, mi buen siervo fiel.” El que llega apenas, a último momento, tiene preciosas pequeñas buenas obras por las cuales puede esperar recompensa.
Creo que la distancia entre el nivel uno y el nivel diez en el cielo es infinitesimal comparada con la brecha que hay entre llegar allá o no llegar. Alguien lo dijo de esta manera: en el cielo todos tienen sus copas llenas, pero no todos tienen una copa del mismo tamaño. De nuevo, esto puede sorprender a muchos, pero diría que hay al menos veinticinco ocasiones en que el Nuevo Testamento enseña claramente que seremos recompensados conforme a nuestras buenas obras. Jesús mantiene frecuentemente el tema de la recompensa como la zanahoria frente al caballo: “Les espera una gran recompensa en el cielo” si hacen esto o aquello. Somos llamados a trabajar, a hacer tesoros para nosotros en el cielo, así como Pablo nos dice en Romanos que los malvados “va[n] acumulando un castigo terrible para [sí] mismo[s].”
Tomado de ¡Qué buena pregunta! Copyright © 1996 por R.C. Sproul.