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Por: William Gurnall

Piénsalo, una y otra vez, cristiano: con la incredulidad testificas falsamente acerca de Dios. Cuando el mundo te oye hablar mal de tu Padre, ello puede endurecer la opinión que tiene de Dios, hasta llegar a la incredulidad final y a la impenitencia. La manera de degradar al máximo la reputación de alguien es decir: “Ni siquiera sus hijos confían en él, ni hablan bien de él”.

Pregúntate a ti mismo si estás dispuesto a ser un instrumento para mancillar el buen nombre de Dios ante el mundo. Tu corazón debe estremecerse ante esa mera idea; y la incredulidad que te llevó a hacer esto tan a menudo herirá tu corazón. Así no volverás a empuñar esa espada contra Dios.

Para leer la biografía de William Gurnall, sigue ESTE ENLACE.


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