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Por: Jeremiah Burroughs
Este artículo forma parte de la serie: El contentamiento cristiano
No solo en las cosas buenas que posee -el cristiano posee el rocío de la bendición de Dios en ellas y las encuentra muy dulces para él-, sino que en todas las aflicciones y todos los males que le sobrevienen, él puede ver el amor en todas ellas y disfrutar de la dulzura del amor en sus aflicciones y en sus misericordias. La verdad es que las aflicciones del pueblo de Dios vienen del mismo amor eterno del que Jesucristo vino.
Jerónimos dijo: «Es un hombre dichoso aquel que es golpeado cuando el golpe es un golpe de amor». Todos los golpes de Dios son golpes de amor y misericordia, todos los caminos de Dios son misericordia y verdad para aquellos que le temen y lo aman (cf. Sal. 25:10). Los caminos de Dios, los caminos de aflicción, así como los caminos de prosperidad, son misericordia y amor para él.
La gracia le da al hombre un ojo, un ojo penetrante para perforar el consejo de Dios, esos consejos eternos de Dios para bien de él, incluso en sus aflicciones. Él puede ver el amor de Dios en cada aflicción, así como también en la prosperidad. Ahora bien, esto es un misterio para el corazón carnal; no pueden ver tal cosa. Quizás piensan que Dios los ama cuando los prospera y los enriquece, pero piensan que Dios no los ama cuando aflige. Esto es un misterio: la gracia permite a los hombres ver el amor en el ceño fruncido del rostro de Dios, y así llegan a recibir contentamiento.
Fragmentos tomados del libro «La rara joya del contentamiento cristiano», puede obtener más detalles de este libro AQUÍ.
*Jeremiah Burroughs (1599-1646) fue amado por su predicación y su espíritu amable y fue perseguido por su inconformidad con la Iglesia de Inglaterra. Sintiéndose obligado a huir a Holanda por un tiempo, finalmente regresó a Inglaterra y predicó en las congregaciones de Stepney y Cripplegate en Londres, dos de las congregaciones más grandes de Inglaterra. También sirvió como miembro de la Asamblea de Westminster hasta su muerte en 1646.