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Por: Charles Stanley
La oración es una práctica común para los creyentes, pero podemos fácilmente perder de vista su propósito mayor: comunicarnos con Dios y discernir su voluntad para nuestra vida. Debido a que la comunicación con Él es vital, es sabio hacernos estas preguntas:
– ¿Qué están logrando mis oraciones en mí? ¿Orar le hace sentir más cerca del Señor o es más un “deber”?
– ¿Por quiénes estoy orando? ¿La mayoría de sus peticiones son para usted o para otros?
– ¿Qué le estoy pidiendo a Dios que haga? ¿Ha buscado en su Palabra lo que Él quiere, o está tratando de conseguir que Él intervenga de acuerdo con lo que usted desea?
– ¿Cuándo oro? ¿Invoca al Señor solo en emergencias o cuando necesita algo?
Si descubrió algo de egoísmo en sus respuestas, no es el único. A la mayoría de nosotros se nos dificulta entrar en la presencia de Dios con los ojos enfocados solo en Él. Nuestra vida de oración puede volverse dinámica y poderosa si nos acercamos al Señor con un corazón limpio (Sal 66.18), si alineamos nuestras peticiones con su voluntad (Jn 14.13) y si tenemos fe en Él (Nm 23.19). No podremos hacer cada una de esas cosas a la perfección, pero cuanto más lo intentemos, mayor será nuestra fe al orar.