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Por: F.B. Meyer*.

Este artículo forma parte de la serie: «120 meditaciones de F.B. Meyer«

«Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecadoSalmo 51:2

Cuando el agua se deja reposar, las partículas de sedimento se dejan ver cuando caen, una por una, en el fondo. Por lo que si usted está tranquilo, puede apercibirse de la presencia del mal que permite en su alma. Atrévase a considerarlo. No retire la mirada, como la persona que está en bancarrota evita su libro de contabilidad que lo delata, o cuando el paciente de tuberculosis evita el estetoscopio. Tranquilamente considere cualquier maldad que el Espíritu de Dios saca a luz. Podría haber estado escondida en los armarios y claustros de su ser por años, tenía la sospecha, pero no la consideró. Pero sea lo que sea, y sea cual sea su historia, tenga por seguro que eso le ha dado a su vida la sombra que causa intranquilidad y confusión.

¿Se rehúsa su voluntad a renunciar a una práctica o hábito que es contrario a la voluntad de Dios? ¿Hay alguna injusticia que se rehúsa a perdonar, alguna factura que se rehúsa a pagar, algún mal que se rehúsa a confesar? ¿Permite que algún pecado secreto tenga su camino expedito en su vida? Dios no ve nuestras faltas como grandes o pequeñas, mayores o menores. Cada transgresión nos separa de la armonía con la voluntad de Dios para nuestras vidas.

Reflexión: ¿Qué le vino a la mente cuando leyó esto? ¿Qué podría estarle impidiendo que tome las medidas que Dios quiere que tome?

*Frederick Brotherton Meyer, un contemporáneo y amigo de D. L. Moody y A. C. Dixon, fue un pastor bautista y evangelista en Inglaterra involucrado en el ministerio y el trabajo misionero en el centro de la ciudad en ambos lados del Atlántico.


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