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Por: John MacArthur
La diferencia entre el antiguo pacto, sinaítico y mosaico, y el nuevo pacto no está en las normas morales. La ley moral de Dios no cambia porque está basada en su santidad inmutable. Bajo el antiguo pacto, la ley era externa, compuesta de mandamientos escritos; en el nuevo pacto es interna, escrita en el corazón por el Espíritu Santo.
Dos son las formas en las que la letra mata. Primero, mata a través de la muerte viva de la aflicción, frustración, insatisfacción, culpa y vergüenza resultantes por la incapacidad de las personas para cumplir la ley. Pablo escribió: «Yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató» (Ro. 7:9-11). Segundo, la letra mata por medio de la muerte eterna (condenación en el infierno), que es la pena por no guardarla. «Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas» (Gá. 3:10).
Pero, bajo el nuevo pacto, el espíritu vivifica. En Jeremías 31:33 Dios dijo: «Éste es el pacto que después de aquel tiempo haré con el pueblo de Israel afirma el SEÑOR-: Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo» (NVI). El espíritu permite a los creyentes del nuevo pacto cumplir la ley de Dios, de modo que puedan decir con el sal- mista así: «¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación» (Sal. 119:97; cp. vv. 113, 163, 165).
No quiere esto decir que antes de la muerte de Jesucristo los creyentes vivieran en frustración, culpa y remordimiento constantes, no conociendo nunca el gozo y la paz de la obediencia. En Salmos 119:165, el salmista escribió: «Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo» (cp. Sal. 19:7-11). En Salmos 32:1-2 David exaltó la bendición del perdón: «Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados. Dichoso aquel a quien el SEÑOR no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño» (NVI). Tal persona se ha salvado en los términos del nuevo pacto: arrepentimiento, gracia y fe (cp. Is. 55:1-2, 6-7). Dios los regeneró para hacerlos capaces de amar y guardar la ley de Dios porque el Espíritu Santo opera en sus vidas. ¡La idea clave es que la letra mata a quienes buscan la salvación por medio de la ley, sea que vivieran en tiempos del Antiguo Testamento o vivan hoy! En ninguna época podía salvarse alguien por el cumplimiento de la ley, pues «cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos» (Stg. 2:10). La ley nunca pretendió ser el medio para la salvación, sino «nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe» (Gá. 3:24). Por lo tanto, el verdadero ministro de Jesucristo proclama el mensaje del nuevo pacto del evangelio, el único mensaje que «es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree» (Ro. 1:16).