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Por: Thomas Brooks
Este artículo forma parte de la serie: Enmudecido bajo la disciplina de Dios.
Los hombres que no ven a Dios en la aflicción, son fácilmente arrojados a una convulsión febril, rápidamente estarán en llamas. Y cuando sus pasiones aumenten y sus corazones se enciendan en fuego, comenzarán a ser descarados y no dudarán en decirle a Dios con sus dientes que hacen bien en enojarse. Aquellos que no reconocen que Dios es el autor de todas sus aflicciones, estarán prestos a caer en ese absurdo principio de los maniqueos, que sostuvieron que el diablo es el autor de todas las calamidades; como si pudiera haber algún mal o aflicción en la ciudad, en el cual el Señor no tuviera parte: «¿Se tocará la trompeta en la ciudad, y no se alborotará el pueblo? ¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual Jehová no haya hecho?» (Amós 3:6).
Si la mano de Dios no es vista en la aflicción, el corazón no hará más que inquietarse y enfurecerse bajo la aflicción. Los que pueden ver la mano reguladora de Dios en todas sus aflicciones, como David, pondrán sus manos sobre sus bocas, cuando la vara de Dios esté sobre sus espaldas. Ellos ven que fue el Padre quien puso esas copas amargas en sus manos; y el amor que puso esas pesadas cruces sobre sus hombros; y la gracia que puso esos yugos alrededor de sus cuellos, y esto causa mucha tranquilidad y calma en sus espíritus. Cuando el pueblo de Dios está bajo la vara, Él hace con Su Espíritu y Palabra una música tan dulce en sus almas que disipa todas las inclinaciones turbulentas, pasiones y perturbaciones.
*Thomas Brooks (1608-1680): Predicador congregacional; autor de Preciosos remedios contra las artimañas de Satanás (Precious Remedies against Satan’s Devices). Lee más datos biográficos EN ESTE ENLACE.