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Por: David Wilkerson

¿Cuál es el camino a la victoria para el pueblo de Dios?

En primer lugar, sumérgete en la Palabra de Dios, agárrate de tu promesa especial, llévatela al lugar secreto de oración y recuérdasela al Señor. Yo tengo promesas favoritas de la Biblia que se las hago recordar al Señor siempre que clamo a Él:

¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 7:9-11).

Pídele al Señor cosas buenas. ¡Él está esperando para dártelas! Y pídele que tome toda tu vergüenza y que quite toda mancha de pecado. Él anhela hacer esto por ti.

“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos” (Efesios 3:20-21).

Llévale esta promesa todos los días a Dios, diciendo: “Padre, tú has dicho que harás más de lo que yo te pida, así que, hoy Te estoy pidiendo que contestes mi oración con abundancia” ¡Dios se complace al ver tal fe!

En segundo lugar, confía en el Espíritu Santo, que mora en ti. Dios no tiene que enviar a un ángel para que te hable; Él ya ha puesto sus recursos dentro de ti: ¡al mismo Espíritu Santo! Reconoce Su presencia y dile: “Espíritu Santo, tú conoces la salida de este desastre y yo no. En este momento, Te doy la dirección de mi vida. Tú conoces la mente misma de Dios».

Amado, si haces esta simple confesión, experimentarás tiempos de refrigerio de parte del Señor. Aún cuanto estés a punto de darte por vencido, Él permanece fiel para librarte.


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