Por: Max Lucado
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. 1 Corintios 2.9
Piensa en el día en que Cristo venga. Allí estás en el gran círculo de los redimidos… Aunque eres uno más entre la multitud, es como si tú y Jesús estuvieran solos…
Estoy conjeturando ahora, pero me pregunto si Cristo te va a decir: «Estoy orgulloso de que me permitiste usarte. Gracias a ti, otros están hoy aquí. ¿Te gustaría conocerlos?»
En ese momento Jesús pudiera dirigirse a la multitud e invitarlos… Uno por uno, comienzan a salir de la multitud y a dirigirse hacia ti.
El primero es tu vecino, un señor ya viejo, tosco, que vivía puerta con puerta junto a tu casa. Para ser franco, no esperabas verlo. «Nunca supiste que yo te observaba», te explica, «pero lo hacía. Y gracias a eso estoy aquí».
No pasa mucho tiempo sin que tú y tu Salvador estén rodeados por ese conjunto de almas que tú has tocado. A algunos de ellos los conoces, pero a la mayoría no, aunque sientes lo mismo por cada uno de ellos… Sientes lo que sentía Pablo: «Vosotros sois nuestra gloria y gozo» (1 Tesalonicenses 2.20).
Cuando Cristo Venga