Por: John MacArthur
Quinto, los creyentes que se niegan a perdonar renuncian a la bendición de la comunión con otros cristianos. En la parábola de Jesús, quienes informaron al rey fueron los consiervos del siervo malo (Mt. 18:31), un acto que simboliza la disciplina en la iglesia. Quienes rehúsan perdonar pueden provocar rupturas en la comunidad eclesial y destruir su unidad. La iglesia debe ponerlos delante del Señor para que los amoneste y, si no se arrepienten, se les debe separar de la comunión eclesial. Como Himeneo y Alejandro (1 Ti. 1:20) y el incestuoso de Corinto (1 Co. 5:5), la congregación los ofrece a Satanás y pierden las bendiciones asociadas con el pueblo de Dios.
Sexto, la falta de perdón produce reprensión divina. Además de la separación de la comunión de la iglesia, Dios envía sufrimiento sobre las vidas de quienes se niegan a arrepentirse. Dios reacciona con ira santa contra los creyentes que no perdonan y los castiga (Mt. 18:32-34). Su objetivo es llevarlos al arrepentimiento para que paguen voluntariamente lo que deben (v. 34); en otras palabras, para que estén dispuestos a perdonar a otros. En caso contrario, «juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia» (Stg. 2:13).
Séptimo, Dios no perdonará a los creyentes que se nieguen a perdonar a otros. Jesús declaró esta verdad claramente en el Sermón del Monte: «Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas» (Mt. 6:14-15). Por supuesto, el Señor no se refería a la justificación o al perdón eterno (Hch. 10:43; Ro. 3:23-24; Col. 1:14; 2:13; ΕΓ. 1:7; 4:32; Tit. 2:14; He. 7:25; 1 P. 2:24), sino al perdón temporal de la santificación. Los creyentes que no perdonan no dejan de ser hijos de Dios, pero sí enfrentarán el castigo de su Padre celestial. No perderán sus bendiciones eternas en el cielo, pero perderán las bendiciones temporales en esta vida.