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Por: Thomas Brooks

Este artículo forma parte de la serie: Enmudecido bajo la disciplina de Dios.

La murmuración es una infamia

Consideren que el Espíritu Santo ha puesto una marca de infamia sobre los murmuradores. Los ha estigmatizado como personas impías: «Para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él» (Jud. 1:15). Pero ¿quiénes son estos pecadores impíos? «Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos» (v. 16).

Cuando Cristo venga a ejecutar juicio sobre los impíos, los murmuradores serán puestos al frente, experimentarán la ferocidad de su ira y la grandeza de Su furor. El frente, como ustedes saben, es atacado primero y más fuertemente. Cristo doblará todo Su poder y fuerza contra los murmuradores; Su dedo meñique será más duro sobre ellos que Sus lomos sobre los demás; otros pecadores serán castigados con látigos, pero los murmuradores impíos serán castigados con escorpiones (cf. 1 R. 12:10, 14).

Si pueden regocijarse en ese carácter negro de los pecadores impíos, sigan siendo murmuradores; si no, dejen de murmurar. Donde la murmuración está en su reino o en su dominio, allí pueden hablar y escribir de esa persona como impía. Que los murmuradores hagan la profesión que quieran de piedad, pero si la murmuración mantiene el trono en sus corazones, Cristo tratará con ellos al final como pecadores impíos. Un hombre puede ser denominado impío tanto por sus murmuraciones (si vive bajo su dominio) como por su embriaguez, sus juramentos, sus fornicaciones, sus mentiras, sus robos, etc. El murmurador es un hombre impío y es un hombre que no es semejante a Dios -ningún hombre en la tierra es más diferente a Dios que el murmurador. Por lo tanto, no es de extrañar que cuando Cristo venga a ejecutar el juicio, trate tan severa y terriblemente con él. En las guerras de Tamerlán, uno que había encontrado una gran olla de oro que estaba escondida en la tierra, la llevó a Tamerlán, quien le preguntó si tenía el sello de su padre. Pero cuando vio que no tenía el sello de su padre, sino el sello romano, no quiso recibirlo, sino que lo desechó.

El Señor Jesús, cuando venga con todos sus santos para ejecutar el juicio, no recibirá a los murmuradores. Es más, Él los desechará para siempre, porque no tienen el sello de Su Padre sobre ellos. ¡Ah, almas, almas! Si no quieren andar de arriba y abajo por este mundo con una insignia de impiedad sobre ustedes, cuídense de la murmuración.

Tomado del libro de Thomas Brooks “El cristiano enmudecido bajo la disciplina de Dios”, vea detalles del libro HACIENDO CLIC AQUÍ.

*Thomas Brooks (1608-1680): Predicador congregacional; autor de Preciosos remedios contra las artimañas de Satanás (Precious Remedies against Satan’s Devices). Lee más datos biográficos EN ESTE ENLACE.

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