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Por: John Piper

Este artículo forma parte de la serie: Dios es soberano

Dios es el autor de toda vida (Is 57:16; Zac 12:1), el agente de toda salvación de la muerte (Sal 68:20), el que decide la duración de toda vida (Sal 139:16) y el momento de toda muerte (Job 1:21). En un acto final de autoridad absoluta sobre la vida y la muerte, en el último día, Él resucitará toda vida de entre los muertos —“tanto de los justos como de los impíos” (Hch 24:15)— y asignará el destino eterno de cada uno: “unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el desprecio eterno” (Dn 12:2; cf. Jn 5:28-29).

Permíteme preguntarte, querido lector: ¿en qué poder querrías que estuvieran tu vida y tu muerte? ¿En manos de quién preferirías que estuviera el destino de tus seres queridos? ¿Querrías que la duración de tu vida y la de ellos estuviera en manos de Satanás? ¿O en manos del azar sin propósito? ¿O en manos de fuerzas naturales sin sentido y aleatorias? Seguro que no. ¡Y no lo están! Cada aliento está en manos de Dios (Job 12:10; Is 42:5; Dn 5:23; Hch 17:25).


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