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Por: Paul D. Tripp.
Este artículo forma parte de la serie: «Nuevas Misericordias cada mañana» de Paul D. Tripp
El sacrificio de Cristo satisfizo la ira del Padre para que tú, como Su hijo, recibieras Su disciplina sin temer Su ira.
Es lo que sostiene tu aceptación ante Dios. Es la razón fundamental por la que la gracia es tu única esperanza. Jesús satisfizo completamente la ira del Padre para que tú y yo nunca, nunca tuviéramos que enfrentar la penalidad por nuestro pecado. No tienes que vivir atemorizado de la ira de Dios. En tus peores días, cuando eres más infiel y rebelde, puedes correr a la presencia de tu Padre celestial y no te rechazará. Tu aceptación nunca ha sido— ni será—basada en tu desempeño. Dios no te ha dado la bienvenida a Su presencia por haber cumplido la ley, sino porque Cristo lo hizo. Aun si obedecieras a Dios por mil años no serías capaz de merecer la aceptación que Cristo garantizó para ti. Así de radical es el evangelio de la gracia—no necesitas ser alguien ante Dios, porque Jesús ha logrado darte la identidad que necesitas.
Debido a que eres hijo de Dios y amado por Él, te disciplina. Pero al enfrentar Su amorosa disciplina, necesitas hacer una distinción importante. Su disciplina no es un castigo por tu pecado, ya que todo tu castigo ha sido cargado por tu Salvador. En vez de ser punitiva, Su disciplina paternal es transformativa. Está dise- ñada para cambiar tu corazón. Es una de las herramientas que Dios usa para moldearnos y, al final de cuentas, para completar Su obra de gracia. Su disciplina no te enseña qué debes hacer para merecer tu posición como Su hijo; al contrario, Su disciplina amorosa y cariñosa comprueba que eres uno de Sus hijos:
Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina? Si a ustedes se les deja sin la disciplina que todos reciben, entonces son bastardos y no hijos legítimos. Después de todo, aunque nuestros padres humanos nos disciplinaban, los respetábamos. ¿No hemos de someternos, con mayor razón, al Padre de los espíritus, para que vivamos? En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad. Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella (Hebreos 12:7-11).
Entonces, la disciplina de Dios es un instrumento de Su gracia. Es una herramienta que usa para continuar Su obra transformadora. La disciplina de Dios no significa que nos ha dado la espalda. Todo lo contrario. Significa que Dios nos da la cara y nos enfrenta con Su gracia una vez más, y continuará haciendo esto hasta que Su gracia haya completado Su obra.
Para profundizar y ser alentados: Job 5:17-27