Por: John MacArthur
Este artículo forma parte de la serie: «Devocional Acércate a Dios«
«Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros» (Filipenses 1:3).
La clave del gozo cristiano es recordar la bondad de los demás.
Aunque Pablo estaba bajo arresto domiciliario en Roma cuando les escribió a los Filipenses, su mente no estaba presa. A menudo reflexionaba en sus experiencias con los cristianos filipenses. Al hacer eso, sus pensamientos se convertían en oraciones de alabanza y acción de gracias por todo lo que el Señor había hecho a través de ellos.
Estoy seguro de que Pablo recordaba cuando predicó en Filipos y Dios abrió el corazón de Lidia para que creyera en el evangelio (Hechos 16:13- 14). Tras ese episodio, todos en la casa de ella se salvaron (v. 15). Sin duda, su amabilidad y su hospitalidad resplandecían en una estancia de otro modo tormentosa en Filipos.
También debe haber recordado a la muchacha endemoniada a quien el Señor liberó de la esclavitud espiritual (v. 18), y al carcelero filipense que lo arrojó junto con Silas a prisión, después de haber sido golpeados ambos severamente (vv. 23-24). Tal vez la muchacha se convirtió en parte de la iglesia filipense, el texto no dice nada al respecto. Sabemos que el carcelero y toda su casa fueron salvados, después de lo cual mostraron bondad a Pablo y a Silas al atender sus heridas y alimentarlos (vv. 30-34).
Las muchas donaciones económicas que los filipenses enviaron a Pablo también eran gratos recuerdos para él, puesto que fueron dadas por amor y con preocupación. Así mismo ocurrió con el regalo que fue entregado por Epafrodito y que era más de lo que Pablo necesitaba (Filipenses 4:18).
La gratitud de Pablo ilustra que el gozo cristiano hace que tu capacidad para recordar la bondad de los demás cobre más fuerza. El resultado de eso se manifiesta en tu capacidad para perdonar las deficiencias y la falta de amabilidad. Eso es contrario a lo que pregona la sociedad de hoy: «Pague con la misma moneda», pero es perfectamente coherente con la compasión y el perdón que Dios te muestra. Por lo tanto, sé rápido para perdonar lo malo y lento para olvidar el bien.