Por: Jonathan Edwards
Este artículo forma parte de la serie: «365 días con Jonathan Edwards«
He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos. Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado» (Apocalipsis 5:5-6).
Cabe señalar muchas cosas en este texto, pero mi propósito ahora mismo es centrarme en los dos apelativos que se utilizan aquí para Cristo. Se le califica de León: «He aquí que el León de la tribu de Judá». Parece que se le denomina León de la tribu de Judá en alusión a lo que dijo Jacob en su bendición de la tribu cuando estaba en su lecho de muerte y que, llegado el momento de bendecir a Judá, lo compara con un león (Gn 49:9), y también una alusión al estandarte del campamento de Judá en el desierto, en el que figuraba un león de acuerdo con la antigua tradición de los judíos.
Fue en gran parte por los valientes actos de David por lo que Jacob comparó en su bendición a la tribu de Judá, a la que David pertenecía, con un león, pero lo hizo de manera más acusada con la mirada puesta en Jesucristo, que también era miembro de esa tribu y descendiente de David, y que en nuestro texto también se califica como «la raíz de David». Cristo, pues, recibe aquí el apelativo de «el León de la tribu de Judá». También se dice de él que es un Cordero. A Juan se le habló de un León que había vencido para abrir el libro, y probablemente esperaba ver un león en su visión.
Sin embargo, mientras lo aguarda, he aquí que aparece un Cordero para abrir el libro, una criatura radicalmente distinta de un león. Un león es un devorador, un ser propenso a una matanza terrible de otras criaturas, y no hay criatura que caiga con mayor facilidad en sus garras que un cordero. Cristo no solo se representa como un Cordero, una criatura susceptible de ser inmolada, sino como un «Cordero como inmolado», esto es, mostrando las señales de sus heridas mortales. En Jesucristo encontramos una admirable conjunción de las más diversas excelencias.
(De «La Excelencia de Jesucristo», p. 680).
*Jonathan Edwards (1703 – 1758). Predicador norteamericano congregacionalista, usado por el Señor en el Gran Despertar ; nacido en East Windsor, Condado de Connecticut, puedes leer más de su biografía en este enlace.