No olvides compartir ...

ÚNETE A NUESTRO GRUPO DE WhatsApp o Telegram . Y recibe materiales todos los días.

Por: Miguel Núñez

Este artículo forma parte de la serie «95 tesis para la iglesia de hoy» del Pastor Miguel Núñez

Basada en Lucas 23:34

La primera vez que escuché a alguien decir: “Yo no necesito perdonar hasta que la otra persona pida perdón” fue dentro de un círculo cristiano conservador y me sobrecogió sobremanera, porque la Palabra de Dios es clara cuando dice que la actitud de perdonar es algo que depende exclusivamente del que perdona. Cuando Cristo estuvo en la cruz, nadie estaba pidiéndole perdón. Al contrario, todo el mundo estaba acusándole. Y en aquel lugar, colgado en esa cruz, Cristo supo decir: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Si alguien dice: “Bueno, es que Dios podía hacer tal cosa”, tenemos que recordar el ejemplo de Esteban que, mientras lo estaban apedreando, antes de morir dijo exactamente lo mismo: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado, porque no saben lo que hacen”.

El perdón es algo que queremos otorgar cuando Dios ha formado Su imagen en nosotros; el perdón corresponde con el carácter de Dios, es reflejo de Su bondad y debe ser un reflejo en nosotros de eso que Él es. La Palabra de Dios es clara y nos dice: “Bienaventurados los pacificadores” (Mateo 5:9), los que aman la paz, los que procuran la paz entre Dios y el hombre, pero también entre el hombre y el hombre. Eso es un corazón que desea perdonar.

A la hora de perdonar tengo que recordar que no perdono para que el otro reconozca que hizo mal, que me perdono para que el otro reconozca que hizo mal, que me ofendió o me hirió. Perdono porque ese es el llamado de Dios para mí. Cuando perdones, recuerda que no estás esperando que el otro cambie, sino que tú vas a cambiar. La primera y más favorecida persona a la hora de ejercitar el perdón es quien lo otorga y no quien lo recibe. Recuerda: tenemos un llamado a reflejar el carácter de Cristo, y si hay algo que Él supo hacer fue extender el perdón, aun cuando los hombres todavía no estaban pidiéndoselo.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *