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Por: A. W. Tozer
Este artículo forma parte de la serie «Mi búsqueda diaria«
Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. 2 TIMOTEO 1:12
Hay dos clases de fe: la nominal y la real.
La fe nominal acepta lo que se le dice y puede citar un texto tras otro para demostrarlo. Es asombrosa la forma en que la fe nominal, la creencia nominal, logra tejer los textos para hacer vestiduras, capas y cortinas para la iglesia. Tenemos tanto de ello en la iglesia que debo admitir que en su mayoría son cosas muy bellas. Pero no cumplen función alguna en nuestro andar espiritual.
La otra clase de fe es la que suelo llamar fe real. Esta fe depende del carácter de Dios y no mira nada más.
Las Escrituras no nos dicen de Abraham que creyó en el texto y se le contó por justicia. Abraham le creía a Dios. No se trata de qué creyó Abraham sino a quién le creyó, y es eso lo que cuenta en verdad.
El que tiene fe real, en oposición al de la fe nominal, ha encontrado la respuesta correcta a una pregunta importante: ¿Cómo es Dios? No hay pregunta más trascendental que esa, por lo que exige la respuesta correcta.
¿Cómo es Dios? Los hombres de fe, con la verdadera fe, han hallado la respuesta a esa pregunta por revelación e iluminación. Saben en quién creen.
No sé por qué la gracia del Señor me hizo conocerle;
Ni sé por qué su salvación me dio, salvo soy por Él.
Más yo sé a quién he creído, y es poderoso para guardarme
Y en ese día glorioso iré a morar con Él.
DANIEL W. WHITTLE (1840-1901)
Querido Dios de Abraham, Isaac y Jacob, mi fe se arraiga profundamente en ti, en lo que eres. No eres el Dios de los científicos, los filósofos ni el de los teólogos. Mi fe no está en lo que creo, sino en quién creo, por eso creo en ti. Oro en el bendito nombre de Jesús, amén.
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