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Por: A. W. Pink
Este artículo forma parte de la serie «La seguridad eterna»
Cristo ha eliminado todo lo que podría causar separación entre Dios y su pueblo. Primero, les ha quitado la culpa de sus pecados, para que ya no puedan seguir apartándolos del Señor. Cristo ha “obtenido eterna redención” (Heb 9:12), para ellos, no una redención transitoria e inestable, sino una permanente y eficaz. En consecuencia, Dios declara: “y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” (Heb 10:17). ¿Cómo podría hacerlo, viendo que el Redentor iba a “poner fin al pecado” (Da 9:24) —como la separación entre aquellos por quienes Él murió y Dios? Cristo ha satisfecho tanto la justicia de Dios como ha cumplido su ley, de manera que no se puede pronunciar ninguna sentencia de condena contra ellos y, por lo tanto, deben salvarse infaliblemente.
En segundo lugar, debido a que Cristo eliminó aquello que solo traía separación de los creyentes con Dios, también anuló aquello que podría hacer que se apartaran de Dios: ni el pecado que mora en él, ni Satanás ni el mundo, pueden prevalecer para hacerlos caer completamente. Cristo le ha quitado el poder a Satanás para gobernarlos (Col 2:15; Heb 2:14), y ha abolido su poder al “atarlo” (Mt 12:29) y, por lo tanto, estamos seguros de que “el pecado no se enseñoreará de vosotros” (Ro 6:14). ¡Cómo podría hacerlo, ya que el Espíritu Santo mismo mora en nosotros!