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Por: J.C. Ryle

Leer Juan 5: 30 -39

En este pasaje cómo honra Cristo a sus siervos fieles. Advierte cómo habla de Juan el Bautista: “Él dio testimonio de la verdad”, “era antorcha que ardía y alumbraba”. Juan probablemente ya había dejado atrás sus tareas terrenales para cuando se pronunciaron estas palabras. Había sido perseguido, encarcelado y ejecutado por Herodes sin que nadie interfiriera o evitase su asesinato. Pero el divino Maestro no había olvidado a este discípulo asesinado.

Si no había otro que le recordara, Jesús sí. Había honrado a Cristo y Cristo le honraba a Él. No debemos pasar por alto estas cosas. Están escritas para enseñarnos que Cristo vela por todos sus creyentes y jamás los olvida. Quizá sean olvidados y despreciados por el mundo, pero su Salvador jamás los olvida. Sabe dónde se encuentran y qué pruebas atraviesan. Hay un libro de memorias acerca de ellos. “[Sus] lágrimas [están] en [su] redoma” (Salmo 56:8). Sus nombres están grabados en las palmas de sus manos. Advierte todo lo que hacen por Él en este mundo maligno, aunque ellos piensen que no es digno de atención, y un día lo confesará públicamente ante su Padre y los santos ángeles. El que dio testimonio de Juan el Bautista nunca cambia. Que los creyentes recuerden esto. En la peor situación pueden decir junto con David: “Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí” (Salmo 40:17).


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