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Por: A. W. Tozer
Este artículo forma parte de la serie «Encuentros con el Dios Todopoderoso»
Por ese motivo padezco estos sufrimientos. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he confiado. 2 TIMOTEO 1:12
Por la amabilidad de su corazón, el cristiano tiene el amor de Dios que es «derramado» por el Espíritu Santo, mientras que desde su posición ventajosa en los «lugares celestiales», puede contemplar con tranquilidad los emocionantes sucesos de los hombres.
En su carne puede ser parte de la escena humana, pero en su espíritu está muy por encima de todo y nunca en ningún momento se conmueve demasiado por lo que ve. De la Palabra de Dios aprendes la dirección en la que van las cosas, y así eres capaz en Dios de ver el fin desde el principio, y llamar a las cosas que no son como si lo fueran.
La vida del cristiano está ligada a la soberanía de Dios, es decir, a la plena capacidad de Él para llevar a cabo sus planes hasta su conclusión triunfal. Dado que es parte del propósito eterno de Dios, sabe que debe ganar al fin y puede permitirse el lujo de estar tranquilo, incluso cuando la batalla parece ir temporalmente en su contra. El mundo no tiene un «centro de felicidad» sobre el cual descansar y, por lo tanto, está en constante cambio, muy eufórico hoy, abatido de manera terrible mañana y excitado sin control al día siguiente.
Señor, gracias por la seguridad de que tienes el control. En tiempos turbulentos, en días inciertos y en circunstancias difíciles, descansaré en ti. Amén.
