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Por: J.C. Ryle

De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. – Juan 5:24

[Mas ha pasado de muerte a vida]. Esto significa que el creyente ha pasado de un estado de muerte espiritual a un estado de vida espiritual. Antes de creer estaba muerto legalmente: muerto como un criminal culpable condenado a morir. El día que creyó recibió un perdón pleno y gratuito. Se revocó su sentencia y quedó anulada. En lugar de estar muerto legalmente, se convirtió en vivo legalmente. Pero eso no es todo. Su corazón, que estaba muerto en pecados, ha sido renovado y ahora vive para Dios. Hay un cambio en su naturaleza, así como en su posición hacia Dios. Como el hijo pródigo, “muerto era, y ha revivido” (Lucas 15:24).

Debiéramos advertir cuidadosamente el enérgico lenguaje que utiliza la Escritura al describir la inmensa diferencia entre la posición de un hombre que cree y la de un hombre que no cree. No es, sino la diferencia entre la vida y la muerte; entre estar muerto y estar vivo. Independientemente de los privilegios que adjudiquen algunos al bautismo, nunca debemos tener miedo de sostener que, mientras los hombres no oigan la voz de Cristo y crean, están muertos —ya estén bautizados o no— y no tienen vida en ellos. La fe, y no el bautismo, es el punto crucial. El que no ha creído aún, está muerto y debe nacer de nuevo. Cuando crea, y no hasta entonces, pasará de muerte a vida.

*John Charles Ryle fue un obispo evangélico anglicano inglés. Fue el primer obispo anglicano de Liverpool y uno de los líderes evangélicos más importantes de su tiempo. 


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