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Por: George Müller (1805 – 1898)
Este artículo forma parte de la serie «Lecturas devocionales de George Muller«
Me regocijo en el camino de tus estatutos más que en todas las riquezas. En tus preceptos medito, y pongo mis ojos en tus sendas. En tus decretos hallo mi deleite, y jamás olvidaré tu palabra. SALMO 119:14-16
He convertido en hábito comenzar cada día leyendo y meditando en la Palabra de Dios. Y hallo que invariablemente el resultado es que muy pronto mi alma ha sido llevada a hacer confesión, o a dar gracias, o a interceder, o a suplicar. Y así, aunque no haya tenido la intención de orar, sino de meditar, mi meditación se convierte casi inmediatamente en oración. Luego después de que he confesado, intercedido o suplicado, o he dado gracias, por un cierto tiempo, continúo con la frase o el versículo siguiente, volcando todo mi conocimiento en oración por mí mismo y por otros, a medida que la Palabra me guía a hacerlo, pero manteniendo siempre en mente el hecho de que el objeto de mi meditación es alimentar mi propia alma.
El resultado de lo anterior es que siempre hay en mi devoción una buena cantidad de confesión, de acción de gracias, de súplica o de intercesión, mezclada en mi meditación; que mi ser interior casi siempre y en forma consciente es nutrido y fortalecido y que, para el momento de mi desayuno, con muy raras excepciones, mi corazón disfruta de un estado de paz, y de felicidad.
Este también ha sido un medio por el cual Dios se ha complacido en comunicarme lo que tarde o temprano se convierte en alimento para otros creyentes, aunque mi meditación no hubiera sido para beneficio del ministerio público de la Palabra, sino para beneficiar mi ser interior. Me apego particularmente a esta práctica por el inmenso beneficio y la renovación espiritual que, estoy consciente, derivo de ella. Y con la mayor solemnidad y el mayor cariño, les suplico a mis hermanos y hermanas en la fe, que reflexionen sobre este asunto.
Padre celestial, abre mis ojos para que vea las maravillas de tu ley. Mi alma anhela fervientemente el alimento de tu Palabra. Hazme entender tus enseñanzas y tus estatutos, entonces meditaré en tus estatutos. Amén
*George Müller (1805 – 1898): fue un predicador y misionero inglés nacido en rusia, destacado por su obra en favor de los niños desamparados. Supervisó la construcción de cinco grandes orfanatos-que aún se conservan en Ashley Downs, Bristol – dando alojamiento a miles de niños.