Por: John MacArthur
Este artículo forma parte de la serie: «Devocional Acércate a Dios«
«Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo» (Filipenses 1:1).
El esclavo fiel cumple la voluntad de su amo.
La metáfora de los cristianos como esclavos de Cristo es común en los escritos paulinos. Sus lectores la deben haber comprendido fácilmente debido a la predominancia de la esclavitud en el Imperio Romano.
Pedro, Santiago, Juan y Judas usaron la misma metáfora en cuanto a sus propios ministerios, como lo hizo Jesús en Marcos 10:45 cuando afirmó: «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos». En Filipenses 2:7, Pablo se refiere a Cristo como a un esclavo que dejó a un lado la gloria que le correspondía y se humilló hasta el punto de que murió.
La palabra griega traducida como «siervo» en Filipenses 1:1 era comúnmente utilizada entre aquellos que, por devoción a sus amos, decidían permanecer como esclavos aunque tenían la oportunidad de ser liberados. También eran conocidos como esclavos amorosos puesto que servían por amor, no por obligación.
Esa es una bella imagen del creyente. Somos los «siervos» de Dios (Apocalipsis 1:1), «libertados del pecado y hechos siervos de Dios» (Romanos 6:22).
Aunque la esclavitud hace evocar la privación y el trato inhumano del prójimo, los esclavos en el Imperio Romano casi siempre eran tratados con dignidad y respeto. Aun cuando la mayoría no tenía posesiones personales, sus amos les suministraban todo lo que necesitaban para vivir y para su salud. Además, a muchos se les confiaban importantes responsabilidades en el hogar de sus amos.
Los esclavos desobedientes u obstinados no eran útiles para los amos, solo los esclavos fieles —que dejaban sus intereses personales para cumplir la voluntad de sus amos— eran muy valorados.
Jesús dijo: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra» (Juan 4:34). Como siervo de Dios, esa también debería ser tu meta. Sé fiel, para que Dios pueda usarte poderosamente.
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