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Por: Charles Stanley
En Dios solamente espera en silencio mi alma; de Él viene mi salvación. SALMOS 62.1, LBLA
Al crecer, recordaba a mi maestra de primer grado de primaria recordándonos repetidas veces que nos detuviéramos, miráramos y escucháramos antes de cruzar las vías férreas. Eso fue antes de que tuviéramos luces rojas intermitentes, campanas de advertencia y aquellos largos brazos que bajan e impiden la entrada a las vías del tren.
Por supuesto, su propósito con esta advertencia era nuestra seguridad. Sin embargo, con el correr de los años, a menudo he considerado la sabiduría de sus palabras. Sin duda alguna nuestro impulso a apurarnos, en lugar de evaluar por completo una situación, puede hacernos un daño terrible. Debemos tener cuidado, porque con cada año que pasa parece que la vida se acelera un poco más.
Así que, cuando esté apurado, considere: «¿Qué me estoy perdiendo al moverme con tanta prisa?». Al andar apurado por la vida, tal vez está dejando a un lado lo mejor de lo que Dios tiene para usted, como las bendiciones de su presencia, amistades santas y una familia fuerte, y peor que eso, no estará teniendo en cuenta la voluntad del Señor.
No cometa ese error. Deténgase a esperar en su presencia. Mire buscando su actividad y guía. Y escuche su dirección.
Señor, me detendré, miraré y escucharé tus instrucciones. Gracias por mantenerme seguro y guiarme en la vida a lo mejor de ella. Amén.