Por: John Piper
El orgullo, la arrogancia, el mal camino Y la boca perversa, Yo aborrezco (Pro 8:13).
Seis cosas hay que el SEÑOR odia, Y siete son abominación para Él: Ojos soberbios… (Pro 6:16-17).
El Señor DIOS ha jurado por Sí mismo, ha declarado el SEÑOR, Dios de los ejércitos:
“Aborrezco la arrogancia de Jacob, Y odio sus palacios” (Am 6:8).
Por eso “DIOS RESISTE A LOS SOBERBIOS” (Stg 4:6; 1P 5:5). No hay nada más temible que tener en contra a un Dios omnipotente (Job 42:2; Mt 19:26), de justicia perfecta (Is 5:16) y de providencia absoluta (Ef 1:11). Por lo tanto, el orgullo humano es un gran adversario no solo para Dios, sino para el hombre mismo. Si Dios lo deja impune, niega Su propio valor supremo (lo cual no puede hacer, 2Ti 2:13) y envía un mensaje falso y destructivo al hombre (lo cual tampoco puede hacer, Heb 6:18). Si Dios aprobara la autoexaltación del orgullo humano, estaría contradiciendo esta verdad tan importante: la mayor felicidad del hombre solo puede encontrarse cuando deja de ser supremo en su propia estimación y Dios se convierte en su mayor tesoro. En la búsqueda de esa felicidad, Dios se opone al orgullo humano.
Dios “RESISTE A LOS SOBERBIOS” de muchas maneras diferentes. Reprende a las naciones (Sal 9:5) y a los reyes (Sal 105:14). Juzga entre las naciones (Sal 110:6) y las reprende (Sal 94:10). Pisotea a los gobernantes (Is 41:25) y quiebra sus cetros (Is 14:5). “Él es el que reduce a la nada a los gobernantes, y hace insignificantes a los jueces de la tierra” (Is 40:23). Humilla los ojos altivos (Sal 18:27).
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