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Por: Thomas Watson.

Este artículo forma parte de la serie: Todo obra para bien.

La gracia es para el alma, como la luz para los ojos; como la salud para el cuerpo. La gracia hace al alma como una esposa virtuosa a su marido: «Le hará bien todos los días de su vida» (Proverbios 31:12). ¡Cuán incomparablemente útiles son las gracias! La fe y el temor van de la mano. La fe mantiene el corazón alegre; el temor mantiene el corazón serio. La fe impide que el corazón se hunda en la desesperación; el temor impide que flote en la presunción.

Todas las gracias se despliegan en su belleza: la esperanza es <<el yelmo>> (1 Ts. 5:8); la mansedumbre, «el ornamento» (1 P. 3:4); el amor, «el vínculo de la perfección» (Col. 3:14). Las gracias de los santos son armas para defenderlos, alas para elevarlos, joyas para enriquecerlos, especias para perfumarlos, estrellas para adornarlos, cordiales para refrescarlos. ¿Y no obra todo esto para bien? Las gracias son nuestras pruebas para el cielo. ¿No es bueno tener nuestras pruebas en la hora de la muerte?

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*Thomas Watson. Predicador Puritano inglés, del que se ignora su genealogía y la fecha de su nacimiento. Estudió con ahínco en el Emmanuel College de la Universidad de Cambridge, llamada la “Escuela de los Santos”, porque allí recibió su educación universitaria un número elevado de los llamados Puritanos, o teólogos evangélicos reformados del siglo XVII


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