Por: John MacArthur
Servicio nos viene de diakonia que significa «ministrar». El que hace una tarea así es un diakonos, término del que nos viene la palabra diácono. Originalmente, se usaba ese término para referirse a los meseros que atendían a la mesa y a otros siervos de la familia semejantes. La tarea de los primeros diáconos cristianos fue la de servir a las mesas (Hch. 6:2), pero las palabras pronto comenzaron a quedar asociadas con cualquier servicio que se hacía a la iglesia o para la iglesia, y por esa razón aparecen a menudo traducidas como «ministerio» y «ministro» respectivamente. La idea básica en ambas palabras tenía siempre que ver con un servicio personal, humilde y sumiso, no solo con una posición o función en particular.
Primera Corintios 12:5 habla de los «ministerios» (diakonia) de usar nuestros dones espirituales. Hechos 11:29 («socorro») y 2 Corintios 8:4 («servicio») habla de la diakonia de ayudar económicamente (cp. Ro. 15:31). Los primeros diáconos fueron nombrados para «servir [diakoneō] a las mesas» (Hch. 6:2) con el fin de que los apóstoles pudieran dedicarse al «ministerio [diakonia] de la palabra» (v. 4). Onesíforo animó a Pablo en gran manera. «Muchas veces me confortó, y no se avergonzó de mis cadenas», y también «nos ayudó (diakonia] en Efeso» (2 Ti. 1:16, 18). Jesús dijo: «Si alguno me sirve [diakoneo], sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor [diakonos]. Si alguno me sirviere [diakoneo], mi Padre le honrará» (Jn. 12:26). Lo que Pablo le dijo a Arquipo se podría decir de cada uno de nosotros: «Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el Señor» (Col. 4:17). Cada cristiano está llamado por el Señor para servir, y una de las maneras más seguras en las que podemos servir a Cristo es sirviendo a los santos en su nombre (Mt. 25:34-40).
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