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Por: Charles Spurgeon
Si quisieran descubrir la causa de la mayoría de sus aflicciones, caven junto a la raíz de la voluntad propia, pues allí es donde se ubica. Cuando su corazón ha sido enteramente santificado para Dios y su voluntad está enteramente sometida a Él, lo amargo se vuelve dulce, el dolor se convierte en placer y el sufrimiento se torna en gozo.
Cuando la voluntad de un hombre está enteramente sometida a la voluntad de Dios, no es posible que la mente de ese hombre se vea turbada. «Bien —dirá alguien— esa es una afirmación muy asombrosa»; y alguien más dirá: «Yo he intentado realmente que mi voluntad se someta a la voluntad de Dios, y con todo, estoy turbado». Sí, y eso sucede simplemente porque, aunque lo has intentado, igual que todos nosotros, no has alcanzado todavía el pleno sometimiento a la voluntad del Señor. Pero una vez que lo hayas alcanzado —me temo que nunca lo alcanzarás en esta vida— entonces estarás libre de todo lo que provoca tu aflicción o el desasosiego de tu mente.
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