Por: Thomas Watson.
Este artículo forma parte de la serie: Todo obra para bien.
Pregunta. ¿Cómo funcionan las promesas para el bien?
Respuesta. Son alimento para la fe; y lo que fortalece la fe obra para bien. Las promesas son la leche de la fe; la fe se nutre de ellas, como el niño del pecho. «Jacob temió en gran manera» (Gén. 32:7). Su ánimo estaba a punto de desfallecer; ahora acude a la promesa: «Señor, tú has dicho que me harás bien» (Gn. 32:12). Esta promesa fue su alimento. Obtuvo tanta fuerza de esta promesa, que fue capaz de luchar con el Señor toda la noche en oración, y no lo dejaría ir hasta que lo hubiera bendecido.
Las promesas también son fuentes de gozo. Hay más en las promesas para consolar, que en el mundo para desconcertar. <<Nadie las arrebatará de las manos de mi Padre>>> (Juan 10:29). Las promesas son cordiales en un ataque de desmayo. «Si tu palabra no hubiera sido mi delicia, habría perecido en mi aflicción» (Salmo 119:92). Las promesas son como corcho en la red, para sostener el corazón y evitar que se hunda en las profundas aguas de la angustia
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*Thomas Watson. Predicador Puritano inglés, del que se ignora su genealogía y la fecha de su nacimiento. Estudió con ahínco en el Emmanuel College de la Universidad de Cambridge, llamada la “Escuela de los Santos”, porque allí recibió su educación universitaria un número elevado de los llamados Puritanos, o teólogos evangélicos reformados del siglo XVII
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