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Por: Octavius Winslow

Juan 10:10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

No solo vino para que tengas vida, sino vida en abundancia. Cristo está dispuesto a impartir tan rica y libremente esta divina y preciosa bendición que te elevarás a una vida superior. No a una vida distinta, sino a un grado superior de la misma vida espiritual que ya tienes. A un estándar más elevado de santidad, amor y servicio, ascendiendo los peldaños de la escalera espiritual, cuyo tipo vio Jacob en su visión a media noche (Génesis 28:12). Subirás esa escalera hasta plantar tu pie en el escalón más alto y encontrarte, con dulce sorpresa, en el cielo. Allí estarás a salvo en el regazo de Jesús.

La aflicción santificada no se ha de pasar por alto. Es uno de los medios más fructíferos de avivamiento espiritual. En la historia de una vida espiritual, los tiempos de prueba son tiempos de restauración y crecimiento. Salmos 138:7 dice: «Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás». Puede que haya una nube de tristeza sobre tu corazón. Es posible que la sombra de la muerte esté sobre tu tabernáculo. Pero puede que esa sea la forma designada por Dios para avivar tu alma a una mayor sensibilidad espiritual. Puede que sea la manera de hacerte recordar un afecto que estaba ausente, y de acercarte más y más a Dios. ¡Bendita sea la disciplina del Señor, que prueba, vivifica, reaviva y fortalece la vida de Dios en el alma!

Por encima de todos los medios de avivamiento espiritual, busca ser «lleno del Espíritu». Toda vida espiritual proviene de su respirar. Él es quien transmite todas las comunicaciones de gracia. Él es el testigo de todas las evidencias, de nuestra condición de hijos, de nuestro perdón y aceptación. También Él es el sello y las arras de nuestra esperanza de gloria. «No contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual sois sellados para el día de la redención». Honra al Espíritu, adora al Espíritu, obedece al Espíritu, camina en el Espíritu, y tu paz fluirá como un río, y tu justicia como las olas del mar.


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