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Por: Juan Calvino.

Este artículo forma parte de la serie: 365 días con Juan Calvino.

Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. Salmo 19:2

LECTURA ADICIONAL RECOMENDADA: Romanos 1:18-32

Si prestáramos la debida atención, bastaría un día y una noche para mostrarnos la gloria de Dios. Pero, además de eso, vemos el sol y la luna siguiendo su curso diario; el sol apareciendo sobre nuestras cabezas durante el día y la luna sucediéndole. El sol asciende gradualmente y se va acercando a nosotros. Más tarde, va cayendo y apartándose poco a poco. Las variaciones en la duración de los días y las noches está regulada por una ley tan uniforme que se repiten en el mismo punto todos los años. Esto nos ofrece un luminoso testimonio de la gloria de Dios.

David, con toda la razón, afirma que, aun cuando Dios no hablara una sola palabra a los hombres, la sucesión útil y ordenada de los días y las noches proclama con elocuencia su gloria. A los seres humanos, pues, no les queda excusa alguna para la ignorancia, puesto que, dado que los días y las noches cumplen tan perfectamente la función de maestros, podemos alcanzar el conocimiento suficiente bajo su docencia si prestamos la debida atención.

MEDITACIÓN: ¿Cuán a menudo te hace pensar en Dios el amanecer? ¿Y la sucesión regular de las estaciones del año? ¿Qué dicen de Dios el sol, la luna y las estrellas? ¿Cómo podemos remediar la frecuencia con que olvidamos su reflejo en la naturaleza?

Tomado de «365 días con Juan Calvino«, lecturas seleccionadas y editadas por Joel Beeke, puedes adquirirlo en este enlace. 

*Juan Calvino (1509-1564) fue un reformador francés, pastor y teólogo, considerado entre los más grandes reformadores protestantes, lea más de su biografía en este enlace.


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