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Por: A. W. Tozer
Este artículo forma parte de la serie «Mi búsqueda diaria«
¡Oh Señor Jehová! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti; que haces misericordia a millares, y castigas la maldad de los padres en sus hijos después de ellos; Dios grande, poderoso, Jehová de los ejércitos es su nombre. JEREMÍAS 32:17-18
No hay nada en el mundo creado por Dios que pueda hacer o requerir que Él haga algo. Porque eso que pudiera hacer que Dios hiciera algo, se convertiría en Dios. Si tuviéramos un Dios al que pudiésemos mandar a hacer algo, sería un Dios débil con un yugo sobre su cuello, que cede ante las presiones externas.
Esto es un error, puesto que postula un principio de justicia que está por fuera de Dios y al que este tiene que conformarse.
Pensar esto es tener la idea equivocada de Dios. Significaría que algo es más grande que Dios y que le impulsa a hacer algo que tal vez Él no quiera hacer. Es malentender a Dios por completo. Cuanto más entendemos a Dios, más nos alejamos de esas ideas erróneas.
Si la justicia requiere que Dios haga algo, entonces ese principio de justicia está por encima de Dios y ¿quién pondría el principio en acción?, ¿quién creó ese principio? Si existe tal principio, entonces es un principio superior a Dios, porque solamente lo superior puede exigir obediencia. Si hay algo que pueda forzar a Dios, eso sería algo más grande que Él y entonces ya no podríamos decir: «Oh, Dios poderoso».
Dios grande, ¡cuán infinito eres!
Somos como gusanos indignos.
Que todas las criaturas se inclinen,
Y tributen su alabanza a ti.
ISAAC WATTS (1674-1748)
Oh, poderoso Dios, acudo a ti reconociendo tu inmensa naturaleza. No hay nada más alto que el Altísimo, y nadie merece mi adoración más que tú. ¡Aleluya! Amén.
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¿Y el ejemplo de la viuda terca que pidió y pidió hasta que el juez obedeció a su deseo?