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Por: Thomas Watson.

Mateo 6:9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

En esta petición oramos que el nombre de Dios pueda resplandecer y verse honrado en todo el curso y tenor de nuestras vidas. Honrar su nombre es algo que ha de preferirse antes de todas las cosas. Incluso antes que la vida. Esta es la primera y más grande petición. Allí donde otras peticiones pueden resultar fuera de uso y fuera de tiempo, la santificación del nombre de Dios siempre será útil.

En el cielo, no será necesario orar por el pan nuestro de cada día, o por el perdón de nuestras ofensas. En el cielo no habrá hambre, ni pecado. Pero la alabanza de Dios allí estará muy viva. Admirar el nombre de Dios no es suficiente. Podemos admirar a un conquistador. Pero cuando decimos «Santificado sea tu nombre», estamos poniendo el nombre de Dios por encima de todas las cosas, y no solo le admiramos, sino que le adoramos.

Santificar su nombre es apartarlo del uso común. Santificamos el nombre de Dios cuando no lo mencionamos si no es con la más alta reverencia. Su nombre es sagrado, y solo ha de mencionarse con veneración. Cuando la Escritura habla de Dios, le da títulos de honra: Génesis 14:20 dice: «bendito sea el Dios Altísimo». Nehemías 9:5 dice: «bendígase el nombre tuyo, glorioso y alto sobre toda bendición y alabanza».

Hablar en vano o con ligereza de Dios es profanar su nombre. Es tomar su nombre en vano. Al darle a Dios sus venerables títulos, colgamos joyas en su corona. Santificamos y exaltamos el nombre de Dios cuando lo elevamos en nuestras alabanzas. Apocalipsis 5:13 dice: «Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos».

Alabar a Dios es santificar su nombre. La alabanza santifica el nombre de Dios de manera especial cuando estamos afligidos. Job 1:21 dice: «Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito». Muchos bendicen a Dios cuando da, pero bendecirle cuando quita, es una forma de honrar su nombre en alto grado. Hemos de convertirnos en trompetas de su alabanza.

*Thomas Watson. Predicador Puritano inglés, del que se ignora su genealogía y la fecha de su nacimiento. Estudió con ahínco en el Emmanuel College de la Universidad de Cambridge, llamada la “Escuela de los Santos”, porque allí recibió su educación universitaria un número elevado de los llamados Puritanos, o teólogos evangélicos reformados del siglo XVII


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