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Por: Tim Challies

A menudo he pensado que las personas que desean un don de profecía moderno deberían tener cuidado con lo que desean. Después de todo, a los profetas bíblicos a menudo se les pedía que dijeran palabras que inmediatamente provocaban su propia persecución o incluso la muerte. E incluso si no sufrían hasta ese punto, a menudo se les pedía que dijeran palabras que traían más tristeza que esperanza y más alarma que aliento. El llamado a ser profeta era el llamado a decir palabras difíciles y a sufrir terribles consecuencias.

Samuel era solo un muchacho cuando Dios le encargó ser el portador de malas noticias. Dios le dio a Samuel el conocimiento de acontecimientos que pronto sucederían y le tocó a él contarle al viejo Elí las noticias – noticias tan malas «que a quien la oyere, le retiñirán ambos oídos«. Samuel tuvo que decirle a Elí que Dios había dicho «yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado.» (1 Samuel 3:11-13). Puede que Elí fuera un buen sacerdote y un buen mentor, pero era un mal padre que había permitido que sus hijos profanaran las cosas santas de Dios.

Samuel le contó obedientemente a Elí todo lo que Dios le había revelado. No le ocultó nada. Le dijo que Dios iba a castigar a su familia por su blasfemia, que no había nada que los dos malvados hijos pudieran hacer para expiar sus transgresiones. Su pecado era tan grande y sus corazones tan duros que el castigo de la muerte era apropiado y necesario. Dios lo había decretado y así sucedería.

Elí podría haber respondido a este anuncio de muchas maneras. Pero él respondió de la mejor manera posible. «Jehová es«, dijo. «Haga lo que bien le pareciere» (1 Samuel 3:18). Habiendo recibido la noticia más angustiosa, respondió con fe, respondió con confianza, respondió con sumisión. Respondió de un modo que debería inspirarnos hoy.

En nuestras vidas suele ser la providencia la que nos revela noticias difíciles. En lugar de enviar profetas que nos informen de los acontecimientos con antelación, aprendemos en el momento, a través del desarrollo de los misterios de la voluntad de Dios. Y debemos recibir las noticias de Dios a través de su providencia, con la misma humildad con la que Elí recibió las noticias de Dios a través de su profeta. Debemos recibirlas con la misma sumisión a la soberanía de Dios y con la misma confianza en su bondad.

Elí no arremetió contra el profeta, contra aquel a quien Dios había llamado para ser el portador de esta noticia. Y nosotros no debemos arremeter contra la providencia, porque profetas y providencia no hacen, sino revelar la voluntad de Dios.

Las palabras de Elí, las acciones de Elí, la actitud de Elí ante la revelación del profeta de Dios deberían ser las nuestras ante la revelación de la providencia de Dios. Aunque su corazón debía de estar destrozado y afligido, Elí amaba a Dios y confiaba en él. Aunque nuestro corazón esté destrozado y afligido, también nosotros debemos amarle y confiar en Él. Porque él es el Dios que hace todo lo que le place, y el Dios para quien todo lo que le place es bueno. De Él debemos decir siempre: «Jehová es; haga lo que bien le pareciere».

Publicado originalmente en inglés aquí.

*Tim Challies es esposo de Aileen y padre de tres niños. Sirve como pastor en Grace Fellowship Church en Toronto, Ontario dónde principalmente se desempeña en el discipulado y como mentor. Es un escritor de reseñas de libros para WORLD magazine, co-fundador de Cruciform Press y fundador del reconocido blog Challies.com.


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