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Por: John Piper.

Este artículo forma parte de la serie: Dios es soberano

Él actúa conforme a Su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra, y nadie puede detener Su mano (Dn 4:35)

Con las palabras “nadie puede detener Su mano”, el texto señala la denuncia oculta contra la providencia de Dios que Dios quiere anular. Esa falsa afirmación es la siguiente: hay poderes presentes en la creación de Dios, especialmente en Sus criaturas humanas, y en las grandes fuerzas nacionales y militares que los humanos construyen, que sí pueden “detener la mano de Dios”. Dios quiere demostrar en las Escrituras que esa afirmación es falsa.

Por ejemplo, cuando los arameos fueron derrotados por Israel en los montes, los arameos dijeron que era porque el Señor era un dios de los montes, no de las llanuras (1R 20:23). Así que pensaron: si podemos luchar contra Israel en las llanuras, ganaremos. En otras palabras, podemos “detener” la mano de Dios por nuestra superioridad numérica en el terreno adecuado. Dios no aprobó ese análisis de la situación. Eso era absurdo, y Él se los demostraría:

Y los israelitas fueron alistados y provistos de raciones, y salieron a su encuentro. Los israelitas acamparon delante de ellos como dos rebaños pequeños de cabras pero los arameos llenaban la tierra. Entonces un hombre de Dios se acercó y habló al rey de Israel, y dijo: “Así dice el SEÑOR: ‘Porque los arameos han dicho: “El SEÑOR es un dios de los montes, pero no es un dios de los valles”; por tanto [para refutar esa calumnia contra Dios], entregaré a toda esta gran multitud en tu mano, y sabrás que Yo soy el SEÑOR’”… y los israelitas mataron de los arameos a 100,000 hombres de a pie en un solo día (1R 20:27-29).

Ni el terreno ni el número pueden frustrar los propósitos de Dios para las naciones y los reyes. “El SEÑOR no está limitado a salvar con muchos o con pocos” (1S 14:6). Una y otra vez, Dios quiere demostrar que Él tiene un dominio decisivo en las conquistas nacionales y militares. Lo hace a menudo dando la victoria a Su pueblo cuando está en inferioridad numérica. Dice explícitamente que el propósito de esta estrategia es impedir que los seres humanos se atribuyan el poder de frustrar Su objetivo o de hacer lo que solo Él puede hacer.

Por ejemplo, cuando Gedeón, a quien Dios había levantado para rescatar a Israel (Jue 6:36), estaba a punto de luchar contra los madianitas con veintidós mil soldados, Dios le dijo: “El pueblo que está contigo es demasiado numeroso para que Yo entregue a Madián en sus manos; no sea que Israel se vuelva orgulloso, y diga: ‘Mi propia fortaleza me ha librado’” (Jue 7:2). En otras palabras, el propósito de Dios en Su providencia no es solo mostrar que ningún poder puede frustrar lo que Él se propone hacer, sino también mostrar que cada victoria es Suya. “En Tu mano hay poder y fortaleza y no hay quien pueda resistirte” (2Cr 20:6). “Se prepara al caballo para el día de la batalla, pero la victoria es del SEÑOR” (Pro 21:31; cf. 2Cr 20:15; 32:8).

Dios quiere mostrar estas dos verdades: primero, que Sus planes no pueden ser anulados por el hombre. Ellos permanecen:

Si el SEÑOR de los ejércitos lo ha determinado, ¿quién puede frustrarlo? Y en cuanto a Su mano extendida, ¿quién podrá apartarla? (Is 14:27).

Yo sé que Tú puedes hacer todas las cosas, Y que ninguno de Tus propósitos puede ser frustrado (Job 42:2).

Y, segundo, ningún plan del hombre se cumplirá jamás si no forma parte del plan de Dios. Los planes de Dios determinan qué planes humanos tienen éxito, tanto si hablamos de los planes de las naciones más poderosas como de los reyes individuales o sus súbditos:

El SEÑOR hace nulo el consejo de las naciones; Frustra los designios de los pueblos (Sal 33:10; cf. Is 19:3).

Muchos son los planes en el corazón del hombre, Mas el consejo del SEÑOR permanecerá (Pro 19:21).

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