Este artículo forma parte de la serie: «El cristiano con toda la armadura de Dios«
– Dios llama a todo cristiano a prepararse para sufrir.
– La genuina disposición a sufrir reduce el número de verdaderos creyentes en las filas de cristianos profesantes; elimina aquellos cuyo andar no va más allá de una profesión barata.
– “Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán” (v. 24). Cristo dijo que sus discípulos medían con la regla equivocada. En esencia decía: “Si ir en pos de sermones, testimonios y emociones fuera suficiente para salvarse, el Cielo ya estaría lleno. Pero no separo a los puros de los impuros con un cedazo tan grueso. Esforzaos para entrar; luchad y arriesgad cuerpo y sangre para no quedar fuera del Cielo”. “Os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán”. Esto es, que buscan una religión barata y una fácil profesión.
– Casi cualquiera está dispuesto a pasar por la puerta del Cielo si nunca tiene que arriesgar su orgullo en público, ni peligran sus intereses cotidianos por inconveniencia ni oposición del mundo. Pero “no podrán” pasar porque sus corazones no están dispuestos a resistir hasta la sangre. Si tomamos como norma el esforzarnos, y no solo el buscar, el número de cristianos menguará como el ejército de Gedeón, para quedar en una tropa reducida.
– Algunos están tan llenos de proyectos mundanos que sufrir por Cristo les es muy ajeno.
– Cristiano, ¿no vale la pena prepararte para el sufrimiento, ya que no sabes de un momento a otro si los vientos favorecerán al evangelio o intentarán destruir tu situación en él? Por la mañana pueden llenar las velas de tu vida con ánimo, pero antes de la noche pueden lanzar un frío glacial sobre tu rostro.
– Es verdad que no todo cristiano muere en la hoguera; pero todo cristiano debe tener espíritu de mártir y un corazón dispuesto a sufrir.
– Igual que los judíos presentaban un animal vivo al sacerdote para cumplir con los mandamientos de Dios, nosotros debemos presentar nuestros cuerpos vivos a Dios en obediencia activa y pasiva. El que se niegue a sufrir por Cristo ahora, se niega a reinar con él más tarde.
– Cuando tus enemigos te hacen inadvertidamente el favor de robarte la vida física, solo te ayudan a entrar en la plena posesión de tu herencia eterna en el Cielo.
– Ora por un espíritu capaz de sufrir por Cristo. Los cristianos deben clamar a Dios por este don, ya que el sufrimiento no entra fácilmente en nuestra mentalidad. A la carne le gustan los mimos, no la crucifixión.
– Si tienes fe para aventurarte en el mar del sufrimiento a las órdenes del Señor, él tendrá misericordia para evitar que te ahogues. Si sientes que te hundes, clama como hizo Pedro: “¡Señor, sálvame!” (Mt. 14:30). Aunque te sumerjas del todo, la oración te sacará a flote.
– Hay un refrán que dice: “El que quiera aprender a orar, que se haga a la mar”. Creo que sería más exacto decir: “El que quiera hacerse a la mar del sufrimiento, que aprenda a orar antes de zarpar”.
– La voluntad de Dios es el cerrojo de la noche y la llave de la mañana; debemos abrir y cerrar los ojos pensando en poner nuestra vida en sus manos.
– Cristiano, compara los beneficios de los mundanos con las promesas que tú tienes si te niegas a ti mismo por Cristo, y considera qué vergonzoso resulta que ellos renuncien tan fácilmente a su comodidad por una meta tan incierta y temporal. Mientras tanto, a ti te cuesta dejar algunos placeres efímeros que Dios te puede devolver al céntuplo aquí, y con riquezas incalculables cuando vayas a la gloria celestial.
– La savia es lo que dificulta la combustión de la madera, y la corrupción no mortificada del cristiano lo que estorba su disposición a sufrir.
– Pocos barcos se hunden en alta mar; la mayoría se rompen en los escollos y bajíos. El que puede apartarse de los peñascos del orgullo y la incredulidad, y escaparse de las arenas movedizas del temor a los hombres y el amor al mundo, pasará a salvo por la mayor tempestad.
– Aquel que está muerto al pecado vive por encima de toda perturbación de las pasiones carnales.
– Solo aquel que ha aprendido a morir al mundo sabe vivir en él.
– Solo Cristo puede calzar al cristiano para que transite fácilmente por un camino duro, porque lo recubre de la paz del evangelio. Aun cuando hay piedras en el camino, este calzado se interpone entre ellas y el pie, y los obstáculos no se sienten apenas.
– La provisión más importante de Cristo para sus discípulos no fue dejarles un mundo tranquilo, sino armarlos contra el mundo volátil y problemático.
– Una vez que el creyente experimenta el precioso amor de Dios, no teme la aflicción ni el sufrimiento; sabe que el Padre no dañará a sus propios hijos.
– Hay que recordar que, sea quien sea el instrumento de la prueba para un cristiano, la espada siempre está bajo control divino.
– Es tan difícil mortificar una pasión como cortarse una pierna o brazo. Pero cuando Cristo y el creyente tienen juntos un banquete con el “maná secreto” del perdón y la paz, él puede pedir la cabeza de la concupiscencia más soberbia de todas, y recibirla con menos dolor por parte del creyente del que Herodías sintió al exigir la cabeza de Juan Bautista.
– Es imposible que el creyente negligente o infrecuente en su comunión con Dios disfrute de paz y consuelo verdaderos durante mucho tiempo.
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