Por: David Wilkerson
Mientras Pedro y Juan caminaban hacia el templo, se encontraron con un pordiosero que era cojo de nacimiento. Probablemente, Pedro y Juan se habían encontrado antes con este hombre muchas veces, pero en esta ocasión se detuvieron. Las personas alrededor debieron haber escuchado a Pedro decirle al pordiosero: “Míranos…en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hechos 3:4, 6).
Pedro estaba llamando al Señor para que actuara, poniendo en juego la mismísima gloria de Dios. La muchedumbre debió de haber comentado entre ellos: “¡Qué predicador tan tonto! Le está pidiendo a un hombre que ha estado lisiado toda su vida que se ponga de pie y camine”. Yo creo que esas personas estaban listas para burlarse de Pedro y Juan, y ponerlos en ridículo.
SALTANDO Y ALABANDO A DIOS
Entonces el cojo sintió una sensación extraña que comenzaba por sus pies. Primero, movió su tobillo. Luego, la sensación subió a sus piernas y muslos. Se alzó para apoyarse en una camilla y lentamente se levantó y se puso de pie. Para asombro de la multitud, el hombre comenzó a saltar y a alabar a Dios.
Yo te pregunto: “¿Qué hubiera pasado si Dios no hubiese intervenido?” Eso nunca fue una preocupación para Pedro, el cual comprometió alegremente a su Dios para que lo hiciera. ¡El Señor nunca avergonzará a los que confían en Él!
Hoy, también somos llamados a poner en juego el honor, la gloria, y la reputación de Dios.
LOS PLANES DE DIOS SOBREVIVEN
Piensa en los episodios bíblicos que leemos en Hechos. En cada uno, todo aquello por lo que Cristo vino a la tierra y aquello por lo que murió, estaba en juego. Sin embargo, a través de todo el Antiguo y el Nuevo Testamento, el plan, el propósito y el pueblo de Dios, sobrevivieron. Y en cada caso, Dios no solamente llamó a Sus hijos a confiar en Él, sino a creer que Él hará milagros.
Dime, ¿demandaría el Señor menos que eso de nuestra generación?