Por: Gloria Furman*
El siguiente extracto ha sido traducido a partir del blog publicado originalmente en inglés por Crossway.
Contenido del artículo
1. La maternidad es una evidencia de la misericordia de Dios
La Biblia nos enseña que Dios hizo a los seres humanos para ser portadores de su imagen. Les dio a Adán y Eva el deber monárquico de llenar la tierra con más portadores de la imagen del único y verdadero Rey.
Cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios en el jardín del Edén, todos sus descendientes cayeron en pecado junto con ellos. Debido a nuestro pecado, todos merecemos la ira justa de Dios. La vida, por tanto, es un regalo inmerecido de Dios, algo que no puede darse por sentado ni tampoco rechazarse. La maternidad es una evidencia de que Dios es paciente con nosotros y no desea que nadie perezca, sino que todos se arrepientan.
2. La maternidad es un regalo incluso cuando nuestros sentimientos no están de acuerdo
Aun cuando creemos la enseñanza bíblica de que la vida es un regalo inmerecido, a menudo tratamos la presencia de vida como el regalo que no pedimos. Los platos sucios en el fregadero o la ropa sucia en el canasto —que evidencian la provisión de Dios para bocas hambrientas y cuerpos desnudos— se convierten en una carga. Los llantos de un bebé en la noche o la voz gritona de un niño —que evidencian la gracia de Dios para sustentar la vida en este mundo enfermo de pecado— se convierten en un fastidio. Nuestros cambiantes sentimientos sobre el regalo de la maternidad deben someterse a la verdad de Dios.
3. La maternidad es una acción
Ya sea que tengamos cero hijos biológicos o doce, la cantidad de oportunidades que tenemos para criar a otros y cuidarlos maternalmente en la fe es abrumadora.
Actuar como madres es una labor de las madres adoptivas, las madres tutoras, las madres biológicas y las mujeres que discipulan. La obra de crianza de la maternidad no se restringe solamente al parto biológico.
4. La maternidad es más de lo que puedes soportar
Probablemente has escuchado la frase, «Dios no te dará más de lo que puedas manejar». Las madres saben que esto no es verdad, pues criar hijos para la gloria de Dios siempre es más de lo que puedes manejar. Enseñamos a nuestros hijos a cantar que «somos débiles, pero él es fuerte. Sí, Cristo me ama», y vivimos esas verdades. Nuestra suficiencia viene de Cristo, por medio de su Evangelio, para la alabanza de su gloriosa gracia.
La confianza que una madre deposita en Cristo con oración muestra al mundo que es él quien está obrando, de modo que él se lleva la gloria y no nosotras.
5. La maternidad no es una pérdida
Si la crianza que llevas a cabo es un trabajo alegre dedicado al Señor Jesús, ¿podemos decir que es una pérdida en el sentido de que perdemos algo mucho más valioso para nosotras? Ciertamente, las madres pierden cosas: autonomía, fuerza física, sueño, dinero, tiempo. Sin embargo, ¿realmente queremos esas cosas de vuelta teniendo en cuenta que Cristo las suple por medio de su suficiencia?
Con el gozo de Cristo como nuestra fortaleza, podemos regocijarnos en que las mil muertes diarias de nuestro yo están a nuestro servicio —como parteras que nos traen ganancia; un eterno peso de gloria—. Como madres pensamos que somos nosotras las que servimos, pero en realidad estamos siendo servidas a medida que Dios usa la maternidad para hacernos más semejantes a su Hijo.
6. La maternidad da gloria a Jesús y resuena por la eternidad
Día y noche, mientras conducimos al trabajo, escribimos un informe, sentimos las pataditas de un bebé en nuestro vientre, dormimos tranquilamente o quitamos el hielo de nuestra terraza, la sala del trono celestial resuena con una incesante alabanza al Cordero que fue inmolado. Nuestra obra de crianza hecha para Jesús es una parte integral de la nueva creación que está llegando.
Cuando una mamá tiene su agenda llena de quehaceres, un corazón lleno de preocupaciones y sus manos ocupadas, necesita recordar que su trabajo hecho para Jesús es parte integral del Reino que está entrando a esta vieja era. Toda la tierra será llena de su gloria.
7. La maternidad es misional
La intención divina de que las mujeres críen vida está alineada con la Gran Comisión. La obligación del pueblo de Dios no es simplemente llenar la tierra de bebés, sino multiplicar los portadores fieles de la imagen de Dios por medio de la procreación y el discipulado: hacer discípulos de todas las naciones.
El mensaje divino de paz por medio de Cristo suena en nuestros oídos y enciende nuestros corazones. En un amor impulsado por la gracia, vivimos en misión rogando a nuestros hijos y a quienes nos rodean que se arrepientan de sus pecados y adoren al Cordero que dio su vida por ellos.
8. La maternidad desafía al miedo
Existen muchas cosas que pueden asustarnos en este mundo; suficientes como para hacer que, en primer lugar, una mujer nunca quiera ser madre, y luego, para que una mamá se encierre con sus hijos en la casa y nunca vuelva a salir. A pesar de lo que digan los titulares de las noticias, existe una noticia que cambió todos los titulares para siempre: ¡Él ha resucitado!
La maternidad no se trata de refugiar a nuestros hijos; se trata de mostrarles a Cristo, su refugio en la tormenta. Jesús murió y resucitó; nos libró de la esclavitud al pecado y garantizó nuestra resurrección. Esto significa que somos libres para seguirlo sin temor. Las mamás pueden seguir a Jesús a donde sea que Él las lleve, y hacer lo que él hace: criar vida desafiando a la muerte.
9. La maternidad nos recuerda nuestra necesidad de gracia
Recuerdo que, cuando era estudiante universitaria y una nueva creyente, una mamá primeriza me dijo que las dos relaciones más santificadoras en su vida eran las que tenía con su marido y con su hijo. La parte de su hijo me confundió; “¿cómo un hijo podía ser santificador?”.
Mi confusión sobre esta idea comenzó a aclararse cuando quedé embarazada de nuestro primer hijo. Nuestros días y noches estaban repletos de oportunidades para recordar nuestra necesidad conjunta de la gracia de Dios que fluye hacia nosotros gratuitamente por medio de la cruz de Jesucristo. Cuando vemos lo débiles y pecadores que somos, se nos recuerda que necesitamos la gracia. Cuando vemos lo débiles y pecadores que son nuestros hijos, se nos recuerda que ellos necesitan la misma gracia.
Aunque parezca que nosotros (mamás e hijos) tenemos necesidades diferentes (por ejemplo, una mamá necesita más café; los niños, crecer), el Evangelio nos recuerda que nuestra mayor necesidad es, en realidad, la misma: todos somos pecadores necesitados de gracia. Los días y las noches de crianza de nuestros hijos nos dan docenas de oportunidades para recordarnos a Cristo los unos a los otros.
10. La maternidad se trata de un hombre: Jesús
Sé que a veces pareciera que la maternidad es eterna (por alguna razón este sentimiento brota cuando estoy planchando). Aun cuando nos sintamos así, la Escritura nos dice que no hay dos días, ni dos viajes en automóvil compartido, ni dos visitas al doctor ni dos rutinas de irse a la cama que sean iguales. La historia se dirige hacia algún lado y hay un día designado para el fin de esta era. La maternidad no es eterna, Cristo lo es.
Toda la carrera que hacemos en nuestro trabajo diario es tan solo una fracción de la urgencia que pende sobre ese día. Pronto, el Hijo del Hombre vendrá con sus ángeles en la gloria de su Padre. ¡Qué día de regocijo será para cada tribu, lengua y pueblo que espera con ansias el regreso de Cristo! ¡Y qué angustia será para aquellos que no están en él! Puesto que vamos camino a ese día, al ocuparnos en la crianza de nuestros hijos podemos dedicarnos a lo que haremos de aquí a treinta trillones de años: ver y disfrutar de Jesús.
*Gloria Furman es esposa, madre de cuatro hijos, asistente de partos y escritora. En el 2010 su familia se fue a vivir al Medio Oriente para plantar una iglesia con el ministerio Redeemer en Dubai donde su esposo, Dave, sirve como pastor. Ella es autora deDestellos de gracia,Cómo atesorar a Cristo cuando tus manos están llenas, Vivos en Él, Madres con una misión y The Pastor’s Wife [La esposa de pastor].
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