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Por: Thomas Watson

Romanos 14:8 Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.

Un verdadero santo se esfuerza ambiciosamente por promover el nombre de Dios. En todo lo que hace se pregunta: «¿Tenderá esto a la honra del nombre de Dios?» Esta era la principal intención de Pablo. Una persona piadosa apenas cree que su vida merezca la pena si no puede llevar rédito de honra al nombre de Dios.

Considera cómo se deshonra su nombre en el mundo. Es como el sol en un eclipse. El emperador Teodosio consideraba un terrible crimen que tiraran suciedad sobre su estatua. Mucho peor es la desgracia que se tira sobre el nombre glorioso del Señor.

Cuando llegue nuestra hora, será un gran consuelo si hemos santificado el nombre de Dios en nuestra vida. Así será si lo hemos amado con nuestros corazones, alabado con nuestros labios y honrado con nuestras vidas (ver Efesios 1:6). En la hora de la muerte, todas nuestras comodidades terrenales se desvanecerán, y pensar en las riquezas y placeres que has disfrutado no te dará ni una pizca de consuelo. Pero tener una conciencia que da testimonio de que has santificado el nombre de Dios, ¡qué gran paz y satisfacción dará! ¡Qué dulce será la muerte, cuando recibirán su recompensa aquellos que han pasado sus vidas honrando el nombre de Dios!

Si llevamos honra a su nombre, Él nos honrará a nosotros. Él nos tendrá en estima como la flor y nata de la creación. ¡Qué renombre han tenido aquellos que han santificado su nombre! Abraham por su fe, Moisés por su mansedumbre, David por su celo, y Pablo por su amor a Cristo. Sus nombres son un dulce perfume en la iglesia de Dios hasta el día de hoy!

A la hora de morir, Él enviará a sus ángeles para llevarnos en triunfo al cielo. ¿Quién no santificará y glorificará su nombre entonces, esparciendo su renombre por el mundo? Él pone esa honra inmortal sobre su pueblo (ver 1 Corintios 2:9).

*Thomas Watson. Predicador Puritano inglés, del que se ignora su genealogía y la fecha de su nacimiento. Estudió con ahínco en el Emmanuel College de la Universidad de Cambridge, llamada la “Escuela de los Santos”, porque allí recibió su educación universitaria un número elevado de los llamados Puritanos, o teólogos evangélicos reformados del siglo XVII

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