Por: Dr. David Jeremiah
Jesús menciona otras dos maneras en que seremos como los ángeles en la eternidad.
En primer lugar, ya no nos casaremos, como lo hacemos ahora. Jesús dijo: “Cuando resuciten los muertos, no se casarán ni serán dados en casamiento, sino que serán como los ángeles que están en el cielo” (Marcos 12:25 NVI).
La alegría y la satisfacción que tendremos por nuestra perfecta y celestial unión con Cristo, superarán a cualquier satisfacción que hayamos tenido en el matrimonio. El matrimonio humano, después de todo, es una imagen temporal que refleja una realidad eterna, que es la relación de Cristo con su esposa, la iglesia (Efesios 5:25-32). Nuestro gozo en la realidad futura será muy superior a nuestro placer en el escenario actual.
La segunda manera en que seremos como los ángeles, es que ya no podremos experimentar más la muerte. Jesús dice en Lucas 20:36 que quienes son resucitados para la eternidad “tampoco podrán morir, pues serán como los ángeles”. Como seres espirituales, los ángeles no saben nada de lo que significa enfermarse, envejecer y finalmente morir. Algún día nosotros, también estaremos más allá del alcance de estos males.
Los ángeles de Dios son conocidos como los ángeles “escogidos” (1 Timoteo 5:21), indicando que Dios los escogió para que vivieran eternamente en su cielo. Los cristianos son llamados también “los escogidos” (2 Timoteo 2:10). Los propios ángeles serán enviados por Dios: ellos “juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos” (Mateo 24:31), porque nosotros también somos escogidos para vida eterna. Los ángeles y nosotros disfrutaremos por igual de la ciudadanía permanente, y para siempre, en el reino celestial de Dios.
La diferencia está en cómo y por qué vamos a estar allá. C. F. Dickason dice que los ángeles fueron elegidos “para perseverancia”, mientras que los cristianos han sido elegidos “para redención”. Dice que los ángeles buenos que no estuvieron en la rebelión de Satanás “se mantienen invariables en santidad”. Son incapaces de pecar, de la misma manera que lo seremos nosotros en la eternidad. Pero estaremos allá en el cielo, porque la sangre de Cristo ha lavado nuestros pecados. La “perseverancia” y la “santidad invariable” que Dios da a los ángeles nos ayuda a asegurarnos que en el cielo nosotros también estaremos verdaderamente libres de “este cuerpo de pecado” (Romanos 6:6).
Al igual que nosotros, los ángeles no han sido siempre eternos, como Cristo. La inmortalidad de ellos es como la nuestra: son simplemente seres creados a quienes les fue dada vida eterna en el cielo por Dios (y nunca la perdieron). Pero en la eternidad, en la presencia del Dios eterno, ni nosotros ni los ángeles estaremos jamás al mismo nivel de Dios. M. J. Erickson explica esto desde la perspectiva humana:
Aunque redimidos y glorificados, seguiremos siendo seres humanos renovados. Nunca llegaremos a ser como Dios. Él siempre será Dios, y nosotros seremos siempre humanos… La salvación consiste en que Dios nos restaura a lo que Él quiso que fuéramos, no en elevarnos a lo que Él es.
Es la misma conclusión desde la perspectiva de los ángeles. Los ángeles son siempre y simplemente ángeles, mientras que Dios siempre será Dios.
Puesto que los ángeles nunca mueren, los que veamos en el cielo serán los mismos ángeles que menciona la Biblia. ¿No será emocionante conocer a Gabriel y a Miguel, al ángel que cerró las quijadas de los leones en favor de Daniel, al que movió la piedra del sepulcro de Jesús, al que sacó a Pedro de la cárcel, y a todos los demás?
Pero incluso hoy, ¡qué maravilloso!: esos mismos ángeles siguen ejerciendo su ministerio invisible a favor de nosotros ahora mismo.
*David Jeremiah es un autor cristiano evangélico estadounidense, fundador de Turning Point Radio and Television Ministries y pastor principal de Shadow Mountain Community Church, una megaiglesia bautista del sur en El Cajon, California, un suburbio de San Diego
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