Por: A.W. Pink
Este artículo forma parte de la serie «La seguridad eterna»
“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”. Lucas 14:26 – 27
¡Quién se puede esperar que acepte el discipulado cristiano en términos tan exigentes como estos! No es de extrañar que cualquier hombre de entre todos los matices de opinión teológica que existe, haya inventado términos que sean más fáciles y agradables para la carne, sin embargo, tales son solo líderes ciegos que guían a otros ciegos. Cristo no recibirá a nadie que rechace su yugo. Dios no poseerá como su pueblo a aquellos que se niegan a darle sus corazones. El pecado debe ser odiado, las lujurias deben ser castigadas, se debe renunciar al mundo. Un cristiano es alguien que repudia su propia sabiduría, fuerza y justicia. Un cristiano es alguien que se sostiene a sí mismo y todo lo que tiene a disposición del Señor. Así como Abram, quien ante el llamado de Dios le dio la espalda a la vieja forma de vida, quienes fueron constituidos sus hijos espirituales están dispuestos a sacrificar para sí todos sus intereses temporales, sin mencionar sus vidas. Qué maravilla es que la gracia permite a su poseedor renunciar a todo lo que le provoca pecar, que permite hasta los más débiles soportar antes de apostatar
Tomado del libro «Seguridad Eterna» de A.W. Pink.
*A.W. Pink. Fue un teólogo, evangelista, predicador, misionero, escritor y erudito bíblico inglés, conocido por su firme postura calvinista y su gusto por las enseñanzas de las doctrinas puritanas
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