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Por: A. W. Tozer
Este artículo forma parte de la serie «Encuentros con el Dios Todopoderoso»
Porque lo dice el excelso y sublime, el que vive para siempre, cuyo nombre es santo: «Yo habito en un lugar santo y sublime, pero también con el contrito y humilde de espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y alentar el corazón de los quebrantados […]». ISAÍAS 57:15
Si pensara que la palabra «eterno» refiriéndose a Dios solo significara «que dura hasta el final de los tiempos», cerraría mi Biblia, me iría a casa y esperaría el fin. Si tuviera un Dios que solo durara un tiempo, que no tuviera la eternidad en su corazón, no creo que valiera la pena predicar […] El hebreo del Antiguo Testamento se agotó; exprimió su lenguaje como escurrirías una toalla para sacarle la última gota de significado, a fin de decir que Dios es por siempre y para siempre, hasta la perpetuidad, por los siglos de los siglos.
El griego del Nuevo Testamento hizo lo mismo. No hay otras palabras en el idioma griego que puedan usarse para significar «a perpetuidad, que no tiene fin, que sigue, sigue, sigue, infinitamente y por siempre» […] Eterno, desde el siglo y hasta el siglo, por siempre, a perpetuidad, mundo sin fin. Todas esas palabras significan lo mismo. Cuando Dios habla de sí mismo, eso es lo que quiere decir: el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, a perpetuidad, en un mundo sin fin.
Señor, hoy me inclino ante el alto y sublime que sobrepasa con creces mi comprensión. ¡Santo es el Señor! Amén.
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