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Por: Peter Marshall*

El desafío de la maternidad de los tiempos modernos es tan viejo como la maternidad misma. Aunque la madre estadounidense promedio tiene ventajas que las mujeres pioneras nunca conocieron; ventajas materiales: Educación, cultura, avances de la ciencia y la medicina; aunque la madre moderna sabe mucho más sobre esterilización, dietas, salud, calorías, gérmenes, drogas, medicamentos y vitaminas de lo que sabía su madre, existe un tema sobre el que no tiene un conocimiento tan extenso y se trata de Dios.

El reto moderno para la maternidad es el desafío eterno: El de ser una madre piadosa. La frase misma suena extraña a nuestros oídos. Ahora no la oímos nunca. Escuchamos hablar de una clase u otra de mujeres: Hermosas, listas, sofisticadas, profesionales, de talento, divorciadas, pero rara vez oímos hablar en realidad de una mujer piadosa o de un hombre piadoso Creo que las mujeres se acercan más a cumplir la función que Dios les asignó en el hogar que en ningún otro sitio (Tit 2:3-5: 1 Ti 5:14; Pr 7:10-11). Es mucho más noble ser una buena esposa que ser Miss América. Es mayor logro establecer un hogar cristiano que producir una novela mediocre llena de obscenidades… El mundo tiene bastantes mujeres que saben cómo celebrar sus cócteles, que han perdido todas sus ilusiones y su fe. El mundo tiene suficientes mujeres que saben cómo ser brillantes. Necesita a algunas que sean valientes. El mundo tiene bastantes mujeres populares. Necesita más que sean puras. Necesitamos mujeres y hombres también, que prefieran ser bíblicamente rectos y no socialmente correctos.

No nos engañemos; sin cristianismo, sin educación cristiana, sin los principios de Cristo inculcados en la joven vida, estaremos criando a meros paganos. Tendrán un físico perfecto, serán brillantes en lo intelectual, pero serán espiritualmente paganos. No nos engañemos. La escuela no está intentando enseñar los principios de Cristo. La Iglesia sola no puede. No se le pueden enseñar a un niño, a menos que la madre misma los conozca y los practique todos los días. Si no tienes vida de oración tú misma, es un gesto bastante inútil que obligues a tu hijo a decir sus oraciones cada noche. Si tú nunca entras a la iglesia, es más bien fútil que los envíes [allí]. Si has convertido las mentiras sociales en una práctica, te resultará difícil enseñarle a tu hijo a ser veraz. Si dices cosas mordaces sobre tus vecinos y sobre otros miembros de la Iglesia, te será complicado enseñarle a tu hijo el significado de la amabilidad…

*Peter Marshall (1902-1949): Predicador presbiteriano escocés-americano; dos veces nombrado capellán del Senado de los Estados Unidos; nacido en Coatbridge, Escocia.


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