Por: John MacArthur
La convincente analogía viene del primer hombre: Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Del mismo modo que Adán era el progenitor de todos los que mueren, Cristo es el progenitor
de todos los que resucitarán para vida. En cualquier caso, la acción de un hombre causó que las consecuencias de ese acto se aplicaran a toda persona identificada con él.
Los que están identificados con Adán -todos los que han nacido- están sujetos a la muerte por causa del pecado de Adán. Asimismo, los que están identificados con Cristo -todos los que han nacido de nuevo en Él – están sujetos a la resurrección para vida eterna por causa de la obediencia de Cristo. En Adán todos han heredado una naturaleza de pecado y, por tanto, todos mueren. En Cristo todos los creen en Él han heredado la vida eterna y serán vivificados en el cuerpo como también en el Espíritu. “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de tino, los muchos serán constituidos justos” (Ro. 5:19).
En Adán simplemente somos humanos, que hemos nacido una vez. En Cristo tenemos vida eterna, hemos nacido de nuevo. Al ser descendientes naturales de Adán, hemos heredado su pecado, y todos mueren. En virtud de la descendencia sobrenatural en Cristo, los que creen en Él heredan su justicia, y todos serán vivificados.
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