Este artículo forma parte de la serie: «Oraciones Puritanas«
¡Oh Dios, Altísimo, Gloriosísimo!
El pensamiento de Tu Infinita serenidad me alegra, pues estoy afanando y sufriendo, perturbado y angustiado, más Tú estás para siempre en perfecta paz. Tus planes no causan ningún miedo recelo o precaución de insatisfacción, permanecen firmes como los montes eternos. Tu poder no conoce ninguna obligación, Tu bondad ninguna restricción. Tú derribas órdenes en la confusión, y mis derrotas son Tus Victorias: El Señor Dios omnipotente reina.
Yo vengo a Ti como pecador, con las preocupaciones y las tristezas, para lanzar cada ansiedad enteramente a Ti, cada pecado clama por la sangre preciosa de Cristo; revive la profunda espiritualidad en mi corazón; permítanme vivir cerca del gran Pastor, oír su voz, conocer Sus sonidos, seguir Sus llamadas. Guárdame de engaño para que me hagas vivir en la verdad; Del mal, ayudándome a caminar en el poder del Espíritu. Dame más fuerza de fe en las verdades eternas, ardiendo dentro de mí por la experiencia de las cosas que yo conozco; hazme que yo jamás este avergonzado de la Verdad del Evangelio, para que yo pueda soportar sus reproches, reivindico que, veo a Jesús en su esencia, conociendo el poder del Espíritu.
Señor, ayúdame, porque yo estoy a menudo tibio y frío; la incredulidad deforma mi confianza, el pecado me hace olvidarte a Ti. Haz que las malas hierbas que crecen en mi alma sean cortadas en sus raíces; concédeme conocer que verdaderamente yo vivo sólo cuando yo vivo para Ti, que todo lo demás sea insignificante. Que solamente en Tu presencia puede hacerme santo, devoto, fuerte y feliz. Habita en mí, misericordioso Dios.
Tomado de “El Valle de La Visión”