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Por: Charles Spurgeon

Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. Jeremías 31:3

Él ama a Su pueblo y Su amor no tiene fin. No sería eterno si en algún momento determinado llegara a un fin; si fuera como los ríos de Australia, que fluyen por un tiempo, luego se secan y más tarde vuelven a fluir. El amor de Dios no es así. Crece y fluye como un poderoso río de Europa o de América, que se va expandiendo siempre, un río poderoso, lleno de gozo; que regresa otra vez al océano eterno de donde procede. No conoce pausas. Cristiano, tu Dios te ama siempre de la misma manera. No te puede amar más; no te va a amar menos.

Nunca, cuando se multiplican las aflicciones, cuando los terrores te llenan de miedo, o cuando tus tribulaciones abundan, el amor de Dios te falta o se debilita. Aunque la vara nunca antes hubiera caído con tanta fuerza sobre ti, la mano que la mueve, al igual que el corazón que provoca el golpe, están llenos de amor. No juzgues al Señor con un sentimiento débil, sino confía en Él por Su gracia. Ya sea que Él te lleve abajo, a las profundidades de la miseria, o te levante hasta el séptimo cielo del deleite, Su amor fiel nunca varía o fluctúa; es eterno en su continuidad.


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