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Por: Thomas Brooks
Este artículo forma parte de la serie: Enmudecido bajo la disciplina de Dios.
Pelear, disputar o contender con Dios es infructuoso e inútil. Ningún hombre ha ganado algo murmurando bajo la mano de Dios, excepto más ceños fruncidos, golpes y heridas. Aquellos que no yacen tranquilos y quietos cuando la misericordia los ha atado con cuerdas de seda, la justicia los pondrá en cadenas de hierro. Si las cadenas doradas no los sostienen, las cadenas de hierro lo harán.
Si Jonás se irrita, se inquieta y se frustra, la justicia lo arrojará por la borda para enfriarlo, sofocarlo y mantenerlo prisionero en el vientre de la ballena hasta que sea vomitado, y su espíritu se calme delante del Señor. Lo que obtienen luchando y refunfuñando pueden ponerlo en sus ojos y llorarlo cuando hayan acabado: «¿Me provocarán ellos a ira? Dice Jehová. ¿No obran más bien ellos mismos su propia confusión?>> Jer. 7:19-20).
Jeremías 7:19-20 «¿Me ofenden a Mi?, declara el Señor. ¿No es a sí mismos que se ofenden para su propia vergüenza? Por tanto, así dice el Señor Dios: Mi ira y mi furor serán derramados sobre este lugar, sobre los hombres y sobre los animales, sobre los árboles del campo y sobre el fruto de la tierra; arderá y no se apagará».
Es como si hubiera dicho: «Cuando se provocan, me provocan a mí. Cuando se enojan, me enojan. Cuando se irritan e inquietan, me irritan». <<¿Provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que Él?» (1 Co. 10:22).
Girolamo Zanchi (1516-1590) observa estas dos cosas a partir de estas palabras:
1. Que es una tontería provocar a Dios a la ira, porque Él es más fuerte que nosotros.
2. Que, aunque Dios sea más fuerte que nosotros, hay quienes le provocan a la ira.
Y ciertamente no hay nadie que lo provoque más que aquellos que se enfurecen y se inquietan cuando Su mano está sobre ellos. Aunque la copa sea amarga, es puesta en tus manos por tu Padre. Aunque la cruz sea pesada, el que la ha puesto sobre tus hombros llevará el extremo más pesado de ella Él mismo. ¡Por qué entonces murmuras!
¿Soportarán los osos y leones los golpes de sus guardianes, y no sobrellevarás tú algunos golpes del guardián de Israel? ¿Por qué la arcilla debe contender con el Alfarero, la criatura con su Creador, el siervo con su Amo, la debilidad con la Fuerza o la pobre criatura que es como nada con el Dios omnipotente? ¿Puede el rastrojo permanecer ante el fuego? ¿Puede la paja permanecer ante el torbellino? ¿Puede el gusano protegerse del golpe del Todopoderoso? El espíritu obstinado e impaciente bajo la mano de Dios solo añadirá cadena tras cadena, cruz tras cruz, yugo tras yugo y carga tras carga.
Entre más los hombres se estremezcan y se agiten en sus ataques febriles, más fortalecen la enfermedad y más tiempo pasará antes de que la cura haga efecto. La manera más fácil y segura de curación es quedarse quieto y tranquilo hasta que la afección de la enfermedad sea eliminada. Donde la paciencia tiene su trabajo perfecto, allí la cura será segura y factible. Cuando un hombre tiene su pierna rota puesta, se queda quieto y tranquilo, y así su curación es fácil y rápida.
Pero cuando la pierna de un caballo se quiebra, este se inquieta, se agita, se mueve y patalea bruscamente, desuniendo el hueso una y otra vez, y así su curación es más difícil y tediosa. Tales cristianos que bajo la mano de Dios son como el caballo o la mula que se inquietan y se agitan- no hacen sino añadir a sus propios dolores y sufrimientos, y retrasar aún más el día de su curación.
Tomado del libro de Thomas Brooks “El cristiano enmudecido bajo la disciplina de Dios”
*Thomas Brooks (1608-1680): Predicador congregacional; autor de Preciosos remedios contra las artimañas de Satanás (Precious Remedies against Satan’s Devices). Lee más datos biográficos EN ESTE ENLACE.
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