Por: BERNARD N. HOWARD
Si has prestado atención a los padres con niños pequeños en los últimos años, es posible que hayas observado algo que las generaciones anteriores habrían encontrado profundamente desconcertante: una madre o un padre que se agacha frente a un niño que hace berrinches y —mientras busca contacto visual y mantiene un tono de voz amistoso— dice algo como esto: «Te sientes triste, estás sintiendo sentimientos grandes. No pasa nada por sentir esas cosas. Yo estoy aquí». Varios minutos después, cuando vuelves a pasar por el mismo pasillo de la compra, el niño sigue pidiendo galletas furiosamente y el padre agachado sigue diciendo lo mismo.
Has sido testigo de la «crianza respetuosa». Se trata de una corriente de pensamiento popularizada en los Estados Unidos por influencers de Instagram como Big Little Feelings [Pequeños grandes sentimientos] (las palabras del padre de la escena de arriba están tomadas de una guía de Big Little Feelings para manejar los berrinches); podcasts como «Good Inside with Dr. Becky [Bueno por dentro con la Dra. Becky]»; blogs como «Lucy at Home [Lucy en casa]»; y cuentas de TikTok como thebennettgang. Aunque la mayoría de los padres se encuentran con la crianza respetuosa a través de las redes sociales, esta tiene una vertiente más académica. La doctora Becky (su apellido poco usado es Kennedy) es doctora en psicología clínica por la Universidad de Columbia. Mona Delahooke y Robin Einzig, que han tenido influencia en las voces populares de la crianza respetuosa, también tienen credenciales académicas.
Sugerencias creativas
La crianza respetuosa es difícil de definir en una sola frase. Si nos adentramos en el mundo de la crianza respetuosa, encontraremos una constelación de sugerencias prácticas más que una gran teoría unificada. Algunos de los consejos prácticos son brillantemente presentados:
- En lugar de dar una instrucción que pueda llevar a la confrontación («¡Hora de salir del parque!»), presenta a tu hijo pequeño una opción: «¿Quieres salir del parque en dos minutos o en cinco?».
- En lugar de empeorar un ambiente desagradable entre dos niños que se pelean («¡¿Qué rayos está pasando aquí?! ¡¿Quién ha empezado esto?!»), calma la tensión con un poco de alegría: «Esta habitación no tiene suficientes robots. ¿Quién quiere ser un robot conmigo?».
- En lugar de quitarle el chupete a un niño de forma inesperada con una actitud severa tipo «arranca la venda», fija un día en el calendario para que el Hada de los Chupetes venga a recogerlos. Haz que el niño deje los chupetes en la puerta de casa dentro de un sobre. Cuando el niño vuelva, encontrará la puerta cubierta de confeti y un regalo envuelto.
Me encantan esas sugerencias, y me encanta el principio general de ser consciente de los sentimientos de los niños y buscar formas creativas de evitar pisotearlos innecesariamente. Si la crianza respetuosa fuera solo un tablero de ideas para resolver las dificultades de los padres de forma no conflictiva, no tendría nada que decir en contra. Pero, cuando se profundiza en los conceptos subyacentes de la crianza respetuosa, se encuentran al menos dos que se oponen a las enseñanzas bíblicas sobre la crianza.
Dos conceptos antibíblicos
El primer concepto no bíblico es que el mal comportamiento (el término de la crianza respetuosa es «comportamiento desafiante») es causado por sentimientos producidos por factores ambientales y externos. Cuando los padres responden negativamente al comportamiento desafiante —así dice la teoría— empeora el estrés en el niño, por lo que se intensifica y perpetúa el comportamiento. Si, por el contrario, los padres validan los sentimientos, dan a los niños un espacio emocional y fisiológico en el cual pueden recurrir a su propia bondad para regular su comportamiento, construyendo poco a poco la resiliencia personal.
«Creo sinceramente que todos somos buenos por dentro», escribe la doctora Becky en su libro Good Inside [Bueno por dentro]. «Cuando confías en la bondad de tu hijo, crees en su capacidad para comportarse “bien” y hacer lo correcto».
¿Cómo se aplica este concepto en la práctica? Un ejemplo es la respuesta que sugiere la Dra. Becky a un niño que acaba de mentir sobre derribar la torre de bloques de su hermano: «Bueno, si alguien, no tú, pero si alguien más derribara la torre… creo que lo entendería. Tener un hermano es difícil. Compartir es difícil».
El problema con este enfoque es que no comprende —y aquí viene una frase que no encontrarás en un curso virtual de crianza respetuosa— la pecaminosidad del pecado. Según Jesús, no somos buenos por dentro (Mr 7:21-23); según Pablo, aunque hayamos comprendido la diferencia entre el bien y el mal, y aunque realmente queramos hacer lo correcto, seguimos siendo propensos a no hacerlo (Ro 7:19) debido a nuestra rebeldía arraigada. El optimismo de la crianza respetuosa sobre los seres humanos es incompatible con el realismo de las Escrituras.
El segundo concepto no bíblico es que las recompensas y los castigos solo modifican el comportamiento superficial sin abordar los sentimientos internos. Aquí parece haber un espectro, con algunas voces de crianza respetuosa que reconocen la necesidad de las consecuencias. Pero, en general, la crianza respetuosa desprecia los premios y los castigos como herramientas desacreditadas de la crianza tradicional.
Los cristianos deben compartir el objetivo de la crianza respetuosa de influenciar los sentimientos internos, lo que podríamos llamar pastorear el corazón de un niño. Sin embargo, desde una perspectiva bíblica —y es difícil exagerar la importancia de esto— las recompensas y los castigos son una parte vital de ese pastoreo.
Mucho se podría decir sobre las recompensas (si hay algún problema con ofrecerlas, alguien debería decírselo a Dios), pero el resto de este artículo se centrará en el lugar que ocupa el castigo en la crianza bíblica.
Perdonados en el cielo, castigados en la tierra
Los cristianos estamos tan acostumbrados a escuchar la alegre noticia del perdón de los pecados que cualquier conversación sobre el castigo puede parecer fuera de lugar. Cuando Jesús murió en la cruz, cargó con nuestros pecados y vació hasta el fondo la copa de la ira de Dios. Los que confían en Él ya no se enfrentan a la condenación divina en su relación con Dios (Ro 8:1).
Pero eso no significa que nos hayamos librado de todo castigo en el mundo de Dios. Dios es soberano sobre nuestras circunstancias terrenales y puede utilizarlas con amor para castigarnos y que aprendamos el error de nuestros caminos (Pr 3:11-12).
Es más, si nuestros actos merecen un castigo civil, Dios lo aprueba cuando ese castigo se administra debidamente. Pablo describe al «que está en autoridad» como «ministro de Dios» (Ro 13:3-4), y dice a los cristianos: «si haces lo malo, teme. Porque [quien esta en autoridad] no en vano lleva la espada, pues es… un vengador que castiga al que practica lo malo». De modo similar, Pedro insta a los cristianos a someterse a los gobernantes «como enviados por él [el Señor] para castigo de los malhechores» (1 P 2:14). Ni Pablo ni Pedro consideran que los cristianos tengan un pase para salir de la cárcel otorgado por Dios.
Lo que es verdad para el cristiano en la sociedad es verdad para el niño en un hogar cristiano. Como veremos en la evidencia bíblica, las faltas graves de los niños deben ser castigadas, y Dios ha dado esa responsabilidad a los padres. Ciertamente no estoy abogando por el abuso. El castigo excesivo y sádico es una perversión grotesca de la disciplina piadosa. Pero el mal uso no debe impedir el uso correcto. La presencia de algunos conductores peligrosos en las carreteras no debería poner fin a toda la conducción, y la existencia de algunos padres abusivos no debería impedir que otros padres utilicen el castigo correctamente.
Disciplina y castigo en la Biblia
Todos los padres creyentes en la Biblia pueden estar de acuerdo en que la «disciplina» debe ser una característica de nuestra crianza (ver Ef 6:4). La palabra en español «disciplina» puede no traer necesariamente a la mente el castigo, especialmente si la disciplina se define como «entrenamiento». Pero las Escrituras no fueron escritas en español, y cuando estudiamos el significado de las palabras hebreas y griegas pertinentes, vemos que el castigo es parte integral de la comprensión bíblica de la disciplina.
En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea que se traduce como «disciplina» es musar. Dos ejemplos del libro de los Proverbios muestran lo estrechamente asociado que está musar con el castigo. Proverbios 13:24 dice: «El que evita la vara odia a su hijo, / Pero el que lo ama lo disciplina [musar] con diligencia». Aquí musar se utiliza como término paralelo de «la vara», que simboliza el castigo doloroso. Proverbios 22:15 es similar, el cual dice: «La necedad está ligada al corazón del niño, / Pero la vara de la disciplina [musar] lo alejará de ella».
Cuando el Antiguo Testamento se tradujo por primera vez al griego, los traductores casi siempre utilizaron paideia como equivalente griego de musar. Esto demuestra que, antes y alrededor de la época de Cristo, paideia (que es la palabra del Nuevo Testamento para disciplina) y musar se referían a conceptos similares. Un ejemplo especialmente significativo es Isaías 53:5, donde la palabra traducida como «castigo» en la frase «El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él» es musar en hebreo y paideia en la antigua traducción griega.
Volviendo al Nuevo Testamento, en Lucas 23:16 y Lucas 23:22, Pilato dice dos veces de Jesús: «Por tanto, lo voy a castigar [la forma verbal de paideia] y después, lo soltaré». Es casi seguro que Pilato tiene en mente los azotes: en el Evangelio de Juan, hace azotar a Jesús y luego lo presenta a la multitud en un intento de conseguir su liberación (Jn 19:1-6). El uso que Pilato hace de paideia como sustituto cortés de los azotes revela un aspecto del significado de la disciplina en el mundo del Nuevo Testamento.
En Efesios 6:4, Pablo ordena a los padres que eduquen a sus hijos en la «disciplina [paideia] e instrucción del Señor». El concepto paulino de paideia incorpora el castigo: en 1 Timoteo 1:20, dice que Himeneo y Alejandro han sido «a quienes he entregado a Satanás, para que aprendan [la forma verbal pasiva de paideia] a no blasfemar». La mayoría de los comentaristas coinciden en que Pablo se refiere a la excomunión, el castigo más severo de la iglesia por el pecado. El uso que hace Pablo de la forma verbal de paideia en ese versículo muestra que el castigo es necesario para disciplinar a Himeneo y Alejandro.
Evaluando la evidencia bíblica
El punto aquí no es que la disciplina bíblica sea un castigo. En 2 Timoteo 3:16, Pablo describe las Escrituras como «útil para… instruir en justicia»; la palabra traducida «instruir» es paideia, y obviamente sería erróneo tratar de traducirla como «castigo». En cambio, el punto es que el castigo es parte de la disciplina bíblica, un elemento esencial en la caja de herramientas de la disciplina. La definición de disciplina del erudito bíblico William L. Lane capta todas sus diversas facetas: «El concepto bíblico de disciplina (paideia) combina los matices de entrenamiento, instrucción y guía firme con los de reprensión, corrección y castigo».
Desde el punto de vista de la Biblia, es imposible formar el carácter de un niño sin demostrar la gravedad de las malas acciones mediante el castigo retributivo. Las palabras no bastan, porque se ignoran con facilidad (ver Pr 29:19). El castigo doloroso, administrado por padres amorosos, lleva el mensaje al corazón. Recuerdo claramente que una vez, cuando mi padre me disciplinaba, pensé: ¡Oh! Lo que hice debe haber estado muy mal.
Podría decirse que la Biblia no impone el castigo físico porque «la vara» puede considerarse un símbolo. Pero si «la vara» es un símbolo, sin duda es un símbolo de castigo doloroso, el tipo de castigo que un niño reconocerá como castigo. Los padres amorosos están bíblicamente obligados a hacer uso de esa vara (Pr 13:24), y el castigo físico es una forma de cumplir con ese requisito. (Es necesario decir claramente que no hay justificación bíblica alguna para el uso del castigo físico en el discipulado de adultos).
Las alternativas al castigo físico que un niño reconocerá como castigo doloroso varían de un niño a otro. Recuerdo unas vacaciones familiares en las que me prohibieron nadar durante todo un día. Me habían avisado con tiempo y me merecía el castigo. Como puedes ver, nunca lo he olvidado porque, efectivamente, me dolió.
Los cristianos no son libres de tomar una jeringa para extraer y quitar parte del significado de las palabras bíblicas. La formación y el castigo se mezclan en el concepto bíblico de disciplina, y lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
Implicaciones más allá de tu hijo
Un día, en un parque infantil de la ciudad de Nueva York, cuando mi hijo Solly tenía unos dos años, un niño mayor le clavó los dientes en el hombro. Mientras Solly se lamentaba, la madre del niño, horrorizada y profundamente arrepentida, se llevó a su hijo del parque.
No sé si esa madre practicaba la crianza respetuosa; puede que haya castigado a su hijo cuando llegaron a casa. Y no estoy juzgando su crianza, porque incluso los niños mejor criados pueden comportarse mal a veces. La cuestión es que los niños no actúan en un vacío. Su comportamiento afecta a los demás y, a medida que crecen, su comportamiento afectará todavía a más personas.
En el libro de los Proverbios, la necedad es un comportamiento imprudente (Pr 14:16) y el necio es una amenaza para todos (Pr 17:12). Así que cuando la Biblia dice que «la necedad está ligada al corazón del niño» (Pr 22:15), no está hablando de que los niños sean tontos. Por el bien del niño y de todos los afectados por su comportamiento presente y futuro, la necedad debe ser expulsada. La manera bíblica de hacerlo es mediante el uso amoroso del castigo.
Si la necedad de un niño permanece, producirá resultados dañinos, y la Biblia asume que la necedad permanecerá sin la vara de la disciplina. Si queremos tener hijos respetuosos, necesitaremos más que métodos respetuosos: necesitaremos métodos bíblicos.
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson. Publicado aquí.
*Bernard N. Howard es un judío creyente en Jesús. Es pastor de Grace Church Birmingham en Alabama, y anteriormente fue pastor en Manhattan. Es autor del muy utilizado recurso sobre la Pascua judía «A Short Messianic Haggadah». Él y su esposa, Betsy, tienen dos hijos pequeños. Puedes seguirlo en Twitter.